La nueva normalidad

Luis Felipe Barrera

No cabe duda que tras el paso de la pandemia por nuestras vidas todos seremos distintos. La forma en que pensamos, nos comportamos y nos relacionamos con los demás cambiará drásticamente. La expansión del coronavirus en nuestras sociedades afectará la manera en que interactuamos y definimos nuestras prioridades. Lo importante es que todo cambio que aflore esté atemperado por la responsabilidad y la cordura.

El miedo al contagio masivo nos confirmó la importancia de que nuestras sociedades sean dirigidas por líderes fuertes y preparados, que tomen decisiones basadas en la evidencia científica y en la prudencia política. Así mismo, el estado de vulnerabilidad general reivindicó, como nunca, la necesidad de contar con sistemas de salud de calidad e instituciones efectivas.

La crisis sanitaria dejó entrever a los auténticos referentes de liderazgo y heroísmo: una legión de médicos, soldados, policías, empresarios, trabajadores, funcionarios y científicos que le pusieron el pecho al enemigo silencioso.

Lo público ha recobrado valor. Las decisiones más importantes que nos afectan a todos se toman desde los escenarios democráticos. Ante la crisis social y económica tenemos el deber de anteponer el conocimiento, la sensatez y los valores tradicionales. Hay que cerrarle el paso a toda expresión de populismo que busque capitalizar la incertidumbre y conducirnos directo al abismo. Debemos estar preparados para comprender y contener el malestar social, la conflictividad y la violencia.

Pero también es el momento de la ética ciudadana y la inteligencia colectiva. Esforcémonos para que la nueva normalidad nos deje una cultura de la prevención, la seguridad y el autocuidado, que no nos divida ni separe, sino que refuerce en nosotros el sentido de la disciplina social, la solidaridad, la unidad y la compasión.

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