Pensando generar una conversación grata con la manicurista, le pregunté cómo iban sus hijos en el colegio. Sus ojos se llenaron de lágrimas al contarme que no tenía cómo pagar el internet y que sus hijas, que cursan 6 y 8 grado, estaban muy angustiadas porque iban a perder el año.
La historia la complementa que un amigo le regaló un computador usado, pero que sin internet no podía hacer nada. Ella le ha “rogado”, usando su propia palabra, al colegio público que le asigne una tarjeta de las entregadas por el Municipio, sin obtener respuesta. Tampoco está recibiendo guías u otro tipo de material.
Esta historia es el reflejo de lo que está pasando hoy con la educación pública. Sin duda, las secretarías de educación están haciendo un gran esfuerzo, pero no pueden solas. Para finalizar el periodo garantizaron la conectividad a los colegios y entregaron cerca de 100.000 tarjetas para los estudiantes, una cifra insuficiente. Tenemos que partir de la realidad de que es muy poco probable que las familias de estratos socioeconómicos 1 y 2, que representan el 60% de nuestra población, tengan este servicio, si tienen problemas para pagar el agua y la energía.
Es clave que busquemos soluciones que involucren a los gobiernos pero también a los prestadores del servicio e incluso a Fecode, que se ha negado a la alternancia. Lo cierto es que los estudiantes tienen problemas para acceder a la educación virtual, un problema difícil de cuantificar y de visibilizar porque quienes lo padecen, como la manicurista, son ciudadanos “invisibles” que luchan solos contra el sistema y que “ruegan” solos e impotentes.
Comments
Fin de los artículos
No hay más artículos para cargar