El 17 de febrero de 2017 se realizó el primer partido de la liga femenina de fútbol profesional en Colombia, todo pintaba bien, los equipos tradicionales estaban respaldando la iniciativa y, aunque con timidez, patrocinios y televisión iban asomando la cabeza.

Este año el torneo femenino debía comenzar en abril, pero la covid-19 trastocó todos los aspectos de la vida y obvio el fútbol también. No más empezaba la crisis algunos equipos anunciaron que suspendían contratos y que solo darían ayudas pequeñas a sus jugadores. En este sentido el compromiso del ministro del Deporte, Ernesto Lucena, salió al paso y ha dado oportuno y efectivo apoyo a las futbolistas.

El aislamiento, estoy seguro ha hecho reflexionar a todos sobre muchos temas, esperemos que los directivos del fútbol, dueños de equipos y patrocinadores estén pensando en que cuando se pueda (porque se va a poder) la liga femenina empiece con todo: contratos, patrocinios, televisión y mucho apoyo.

Las jugadoras se lo merecen después de dar a Colombia tres medallas de oro en Bolivarianos, dos clasificaciones al mundial, ganar dos veces la Copa América y a nivel de clubes ser campeonas de la Libertadores en cabeza del atlético Huila.

La pandemia nos ha enseñado que debemos cerrar brechas, lograr empatía y apoyo común. Pues ojalá también nos haya enseñado a que los días de diferencias por el sexo o la raza o la condición física están atrás. Apoyo a las Súperpoderosas.

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