Una de las consecuencias de la pandemia es la imposibilidad de acudir a clases presenciales en colegios y universidades, hecho que cambia de perspectiva esta etapa de formación inicial para niños y jóvenes, en donde forjan además de aspectos cognitivos, aspectos sociales: amistades y criterios de interacción, para ello la presencia en el aula de clases es vital.
Mi hija mayor, Alicia, empezó hace pocos días su carrera profesional y se le veía muy triste ya que no iba a poder conocer de frente gente nueva, departir, interactuar con ellos e ir a fiestas. Sin embargo, solo extrañaba de la presencialidad los aspectos de la interacción personal para conocer personas, para socializar, pues el aspecto académico en carreras como el derecho no se ve afectado por la virtualidad, como ella misma lo dedujo.
No obstante, poco a poco ella y sus compañeros se fueron adaptando, grupos pequeños para video charlas, zooms o cualquier otra plataforma para presentarse y conocerse. Como esta pandemia, esperemos, no durará para siempre, pues las fiestas, las charlas al calor de un café, ir a cine y conciertos volverán en cualquier momento, y ese aspecto esencial de la vida retornará a su cauce natural.
Dicho esto, debo manifestar que estuve alejado de la vida académica más de lo que quisiera por compromisos de mi ejercicio profesional, pero gracias a esta circunstancia pude regresar a la academia y de que manera. No hay día en el que no de una o más charlas, clases o conferencias. Adaptarnos a la virtualidad ha permitido que mi voz y otras mucho más importantes y capaces se escuchen en sitios donde antes era imposible por razones de tiempo, disponibilidad o costo de desplazamiento.
En las diversas plataformas he podido socializar, escuchar, responder preguntas, proyectar videos, compartir documentos en tiempo real, llamar y poner a mis alumnos a escuchar a otros profesores en tiempo real e interactuar con ellos.
La virtualidad para mí ha traído más ventajas que desventajas, obvio que se extraña el tablero físico y no virtual, las charlas directas con colegas o alumnos en cafeterías, billares, en la sala de profesores o caminando en la calle, pero la conclusión es que aun cuando la pandemia acabe, la virtualidad debe seguir siendo protagonista principal.
En el Colegio de Abogados Penalistas hicimos dos ciclos de charlas, conferencistas de Europa y América Latina y de muchas partes de Colombia enseñando y departiendo con más de 400 personas, en el peor de los casos, y hasta 30.000, que escucharon al maestro Zafarroni y esto sin la virtualidad no hubiera sido posible.
Lo que vivimos cambió la forma de educar, la cambió para bien, no quiero hacer ver que se debe cambiar la presencialidad por lo virtual del todo, pero si espero que las instituciones educativas entiendan que la puerta que se abrió tiene más ventajas que problemas y la implementen como parte de su manera de enseñar y educar. Al final es solo una cuestión de adaptación.
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