carlos hernan rodriguez columnista

El próximo alcalde de Cali

Carlos Hernán Rodríguez

El panorama político de 2023 nos muestra que las dinámicas tradicionales de la política, cada vez se ven más relevadas por el constante surgimiento de nuevos partidos, movimientos políticos y candidaturas independientes. Esto, que se observa, sobre todo, en las principales ciudades del país, es un indicio del resquebrajamiento de las formas de hacer política, de la baja legitimidad institucional y de la incredulidad y apatía reinantes en las mayorías electorales.

Santiago de Cali no es la excepción, el número de candidaturas a la alcaldía lleva a pensar que el juego político de la ciudad aún no se ha definido y que, contrario a otros tiempos, existen discursos, necesidades y posturas ideológicas que esperan ser capitalizadas políticamente para que quien llegue a tomar las riendas de la alcaldía sea quien de alguna manera logre amparar mayoritariamente los clamores de los ciudadanos.

Sin un futuro político definido, con las críticas que han rodeado las últimas administraciones y con la ampliamente compartida decepción política de los ciudadanos vale la pena preguntarse ¿qué necesita el próximo alcalde de Cali para retomar el curso de la ciudad? Esta pregunta representa un esfuerzo mayor, sobre todo cuando la heterogeneidad de la población demarca la necesidad de emprender medidas con enfoques específicos y/o diferenciales, dadas las enormes brechas socioeconómicas.

Sumado a esto, la situación realza su complejidad por la persistencia de problemáticas que al parecer se siguen profundizando hasta el punto de poner en duda si realmente existen soluciones. Creo que los principales ejemplos de lo anterior son el tema de la seguridad, seguido por empleo, educación.

Para el tema de la seguridad, que es, sin duda, uno de los más complejos, es definitivo que quien haga las veces de alcalde tenga en cuenta el alarmante aumento de la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes, que a hoy supera los 53 y que nos lleva a pensar que si no se trata competentemente, empeorará al punto de devolvernos a 2016, año en el que la tasa ascendió a 59.

Más allá, el aumento en los casos de feminicidios, los constantes hurtos, la generalizada percepción de inseguridad y el irrespeto a las instituciones y a la autoridad, obligan al próximo alcalde -o alcaldesa-, a pensar en acciones concretas y reales que se traduzcan en indicadores que den cuenta de que de verdad ha habido avances en temas de seguridad.

Ahora bien, en lo relativo al empleo, el hecho de que 63 de cada 100 hombres en edad de trabajar se encuentre empleado, mientras que solo 41 mujeres lo están, demuestra que siguen persistiendo brechas en el mercado laboral que exigen medidas urgentes.

También resulta alarmante de que la empleabilidad de los jóvenes demuestra que menos de un cuarto de la población jóven se encuentra empleada, es decir que apenas 24 de cada 100 jóvenes encuentra empleo en la ciudad. Y si a esto le sumamos que aproximadamente el 49% de los caleños se encuentran empleados informalmente, nos damos cuenta de que el panorama del mercado laboral, de no ser intervenido, es inviable e insostenible.

Para la cobertura de la educación, quien esté a la cabeza de la administración deberá centrarse en la reducción de la deserción estudiantil y en el aumento de las coberturas brutas para garantizar el acceso a los niños, niñas y adolescentes que no se encuentren afiliados al sistema educativo. Mientras que para su calidad habrá que pensar en acciones orientadas a mejorar los puntajes en las pruebas Saber, y en la generación de garantías para que los estudiantes accedan a programas técnicos, tecnológicos y universitarios.

Lejos de lo anterior, el próximo alcalde de la ciudad deberá enfrentarse a la urgencia que requiere el reposicionamiento de la institucionalidad para la recuperación de la confianza ciudadana. Esto solo será posible con el acompañamiento de cualidades personales que desde la cabeza hasta sus ministros evoquen un liderazgo positivo, guiado por el amor a la ciudad y por la vocación de servicio. De lo contrario, nuestro tejido social seguirá viéndose fragmentado progresivamente y el potencial de nuestra gente y de nuestra ciudad se enfrentará a obstáculos cada vez más difíciles de sortear.

Comments

Cargando Artículo siguiente ...

Fin de los artículos

No hay más artículos para cargar