El gran salto atrás

Juan Felipe Murgueitio

Gustavo Petro se hizo elegir prometiendo el cielo para Colombia. Habló de mejores condiciones para los más vulnerables, de más oportunidades, de lucha contra la desigualdad… de hacernos una potencia mundial de la “vida”. Pero como le pasó a un personero que prometió brinca brincas en mi colegio, al presidente se le está desbaratando el enredo.

Ya se cayó la reforma política, repleta de micos. La de salud está en riesgo alto, y la pensional apenas fue radicada. Queda, pues, la laboral, que es igual de peligrosa a las demás. Esta última, de la cual no se habla tanto como de las demás, viene con una serie de medidas para “mejorar las condiciones laborales” de los trabajadores colombianos, pero en realidad, genera justamente lo opuesto. La reforma laboral del gobierno Petro retrocede el sistema laboral colombiano a la Edad de Piedra.

En un mundo digital, globalizado y con industrias cada vez más enfocadas a los servicios, el mercado laboral fluye y tiene necesidades específicas. La mano de obra que responde a ese nuevo panorama es versátil, especializada e igual de fluida. La rigidez en los costos y el sistema laboral amarran al sector productivo y al desarrollo del país, alejándonos del futuro próspero que vendió el presidente en campaña.

La reforma aumenta costos a diferente nivel. Según la ANDI lo propuesto podría costar entre 2 y 4% del PIB nacional; en la misma línea Fenalco advierte que los costos laborales incrementarían entre el 30 y el 35%. Lo que nos han vendido como “mejores” condiciones laborales realmente significa que las empresas tendrán que contratar menos empleados, con menores salarios e incluso despedirlos. La productividad y la rentabilidad de las empresas no se decreta ni mejora por iniciativa de Ley; se requiere generar las condiciones adecuadas para que la industria y el sector productivo prosperen. Eso se logra aliviando cargas en vez de imponer sobrecostos, como lo sugiere el texto propuesto.

También nos venden el cuento de que las empresas, los gremios y los empresarios tienen recursos ilimitados para asumir costos laborales más elevados. ¡Paja! Más del 90% de las empresas en Colombia son micro, pequeñas y medianas. Aumentarles costos puede significar que deben recortar nómina para ser viables, y en el peor de los casos, puede significar que no tendrán cómo mantener la operación ante una mano obra tan onerosa. En este último panorama, las empresas deberán eliminar trabajo formal y pasar al informal, con todo lo que eso implica: incrementar una informalidad cercana al 60%; aumentar el hueco pensional y del sistema de salud (los informales no cotizan); así como destruir el bolsillo de los trabajadores, que ganarían menos de un mínimo.

Ahora, todo esto tiene implicaciones locales. Después del Paro de 2021 y los confinamientos de 2020, nuestro sector productivo hizo un esfuerzo gigante para recuperar la economía caleña. Logramos pasar de una tasa de desempleo del 20.4% en 2020 al 11.3% en lo corrido de 2023. El esfuerzo ha sido tan grande, que de acuerdo con la Cámara de Comercio de Cali, finalizando 2022 existían más empresas en la ciudad que en 2019 (un año pre-pandemia). Hemos crecido, cada vez más prósperos, pero la reforma laboral del Gobierno Petro echa todo eso hacia atrás, se trata de un gran salto atrás.

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