Los que hemos podido viajar al Quindío y disfrutar del paisaje y el clima del Valle del Cocora, conocido como el santuario de la Palma de Cera, nos sentimos preocupados por el fallo del Tribunal Administrativo del Quindío que permitiría realizar exploración minera en Salento, acatando una sentencia de la Corte Constitucional que señala que ni municipios ni gobierno central pueden prohibir o imponer proyectos mineros o petroleros en las regiones.
Nuestro país enfrenta graves procesos de degradación de tierras y el deterioro de los ecosistemas naturales atenta no sólo la cobertura vegetal de los bosques en Colombia, sino que las comunidades de regiones como la Andina y Caribe, podrían padecer la escasez de los recursos hídricos, afectando la seguridad alimentaria de un gran número de colombianos que nos alimentamos producto de los cultivos dados en esas zonas. Aunque el país esté necesitando recursos para fortalecer su posición fiscal y externa, considero que una mala política ambiental y una pésima administración de nuestros recursos, puede llevarnos a una crisis ambiental.
Colombia es un país de enormes inequidades regionales y sociales que me llevan a analizar con pesar y desazón que la desaparición de los glaciares de los nevados del Quindío y Puracé, la disminución de los niveles de humedad en regiones como la Pacífica y la Amazonía y el aumento en la deforestación en el último, hacen previsible que las preferencias en materia de calidad ambiental caminen a ritmos diferentes, afectando la sostenibilidad y desarrollo ambiental de Colombia. Este es un debate que nos seguirá uniendo a quienes amamos la topografía diversa, la variedad climática y los servicios ambientales que sustentan nuestra producción nacional
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