Pensando en mi estreno como padre de Gael, un amigo que recientemente estuvo en Uruguay me trajo de regalo el libro “Educar sin culpa” – del psicólogo Alejandro De Barbieri, – que plantea un interesante argumento de crianza al permitir que los hijos vivencien la frustración y se eduquen sin miedo o culpa.
El día de unos padres se despliega en actividades donde las emociones resultan importantes para la educación de los hijos y el sentir termina siendo el mejor aliado para combatir la resistencia al cambio.
El gran problema actual es que los padres se angustian frente a la frustración de sus hijos y ese amor que sobreprotege termina anulando a los niños.
Ser padre es una labor titánica y necesita del sentir, del contacto físico para no perder de vista lo esencial en la formación de esos niños que algún día abandonarán la infancia.
Ser padre es para siempre e implica que eduquemos a los hijos para que experimenten la frustración en un mundo que le dirá ¡No! muchas veces y que será importante para que crezcan y cuenten con herramientas suficientes para sostener sus dolores. Fernando Savater dice “Un papá que siempre dice sí a todo, (por culpa), deja a su hijo vulnerable y frágil.
Barbieri, en su libro, nos lleva a nosotros como padres a que reconozcamos que somos imperfectos y que ser el mejor padre posible resulta neurótico en sí mismo.
Los problemas que afectan a los colombianos – inseguridad ciudadana, desempleo, impuestos, entre otros -, terminan alejándonos de lo importante, volviéndonos padres ´culpógenos´ que crían hijos frágiles e incapaces de sentir felicidad.
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