Durante estos días en las redes sociales se han hecho muchos comentarios acerca de la forma como actuó la persona que iba conduciendo el vehículo y que infortunadamente presenció los últimos instantes de vida del hincha americano golpeado y apuñaleado por delincuentes que vestían camisetas alusivas al Cali.
Leyendo opiniones, percibí que para la gran mayoría de los usuarios de las redes, la persona que manejaba el carro no obró bien al no haber ayudado al joven. Comentarios como: “ese ‘man’ del carro debería ir preso por indiferente” o “yo me hubiera bajado a ayudarle” me confirman que a través de una pantalla las situaciones más difíciles se ven fáciles de resolver.
El asesinato del joven quedó registrado en un video que reproduje un par de veces con el único fin de ponerme en ese lugar para responderme qué haría yo. La respuesta que encontré para saber cómo actuar y afrontar una situación como esa, estuvo cargada de miedo, pánico, preocupación, dudas y asombro.
Nadie está preparado para responder a eso en el entendido de que no todas las personas reaccionamos serenas y ágilmente oportunas. Aunque yo hubiera activado mis tenues conocimientos de primeros auxilios (proteger, alertar y socorrer), les puedo asegurar que hubiera pensado muchas veces el haber subido a ese joven a mi carro, y eso no me hace indiferente, me hace prudente de lo que se me hubiera venido si el barrista muriera en mi carro. Este caso no sólo ha generado indignación en el ámbito nacional, sino que ha llamado al debate público de si debemos o no erradicar las barras de los estadios y calles de las principales ciudades del país.
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