Las caravanas fúnebres se han convertido en un dolor de cabeza no sólo para la movilidad de la ciudad sino para los caleños que han sufrido agresiones y robos por parte de delincuentes que se camuflan en el dolor de la muerte.
Hace unos días, en el cruce de la Avenida Roosevelt con Calle Quinta, me tocó padecer el descontrol y desconcierto que generó un grupo de motorizados que acompañaban una carroza fúnebre.
El comportamiento agresivo de estos jóvenes en su afán de agilizar el paso del cortejo, nos llevó a detener nuestros autos ante el improvisado retén que realizaron.
Estos irrespetuosos de las normas nos obligaron a adherirnos a la lenta marcha del muerto, mientras veía el desespero de otros conductores que buscaban algún espacio para evadir el bloqueo.
Al parecer, este tipo de acciones se han vuelto parte del paisaje de la ciudad. ¿Quién debería frenar esto? Me contaba un amigo, que vive en la Sirena, que ha sido testigo de desfiles donde sus acompañantes increpan a la gente, consumen licor y drogas mientras manejan motos sin placas, cascos ni chalecos y en algunos casos disparan al aire.
Este es un problema que va en aumento y la autoridad en tránsito y seguridad no hace presencia para hacerle control a estas acciones que atentan contra el buen funcionamiento de la ciudad, argumentando que ellos intervienen en la medida de sus posibilidades.
Comprendo que se debe velar por la seguridad de los agentes y por eso resulta necesario que la Alcaldía intervenga activando otros organismos de apoyo que permitan mitigar estos desordenes.
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