365 días

Rodrigo Fernández Chois

Así se titula la película que vi esta semana por recomendación de una amiga. La obra, como la mayoría de las del séptimo arte, se basa en una novela y pertenece a una de mis categorías favoritas: la del erotismo.

Un género complejo debido a que la línea que lo separa de la pornografía podría ser vaga y sutil. El erotismo es al sexo, lo que la poesía a la literatura; escribió Octavio Paz. No existe mejor definición. Pero añadiría a esta metáfora dos principios para distinguir al erotismo de la pornografía: explicitud y la trama. En la pornografía lo explicito lo es todo, pero la trama brilla por su ausencia. Por el contrario; en el erotismo, el argumento –con componentes emocionales y sicológicos- envuelve la, no del todo gráfica y explícita, sexualidad. Al ser la trama esencial; la imaginación y el mundo de las fantasías adquieren un gran valor. Dos bastiones en los que el sexo femenino reina por completo. Por eso no es extraño que ellas queden cautivadas con estas propuestas artísticas.

Sin embargo, los terrenos de la fantasía y de la realidad son disímiles. La violencia, como el secuestro en la película, es bienvenida si se suscribe sólo al imaginario, pero nunca a la vida real. Ellas saben que lo que inicia con un acto violento necesariamente acabará mal.

365 Días no es propiamente la mejor película de su género, pero permite recrear en ellas fantasías con un importante efecto liberador; una consecuencia que los hombres aplaudimos, porque… ¿Qué hombre puede liberarse por completo en la cama si a su lado hay una mujer que no lo está?

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