Cali, enero 16 de 2025. Actualizado: miércoles, enero 15, 2025 21:16
Pedro Luis Barco Díaz, Caronte.
Desde hace algunos años, junto al magister ambiental caleño Gustavo Eduardo Moreno Angulo, hemos venido explicando, en las reuniones del Consejo Departamental de Política Ambiental y Gestión Integral del Recurso Hídrico (CODEPARH), cómo los árboles de las selvas evotranspiran colosales masas de vapor de agua que, por acción de los vientos se convierten en ríos voladores (aerial rivers).
Las selvas húmedas tropicales son el corazón vibrante de la naturaleza, fundamentales para la vida de millones de personas en América Latina, incluso para aquellas que habitan a grandes distancias.
No perdemos la esperanza de que este concepto se popularice en escuelas, colegios y universidades de todo el país, abriendo nuestros ojos hacia programas de restauración arbórea.
Este concepto fue acuñado en 1992 por científicos de California, adaptado para Sudamérica por el científico peruano José Marengo en el 2004, y popularizado en el 2014 por el científico y poeta Antonio Donato Nobre en su magistral informe de evaluación científica “El Futuro Climático del Amazonas”, que incluyó estudios de científicos de diferentes nacionalidades, incluyendo los del investigador colombiano Germán Poveda.
En la COP16 de Biodiversidad, celebrada en Cali, el meteorólogo brasileño y Nobel de Paz, Carlos Nobre, desplegó esta visión ante el mundo.
El presidente Petro, incluso, generó revuelo y muchas burlas en Colombia, cuando utilizó este término en la inauguración de la Feria del Libro de Bogotá 2024.
Petro explicó que el suministro de agua a Bogotá depende de los ríos voladores creados por los árboles de la lejana selva amazónica.
Sobre este tema, el investigador brasileño Antonio Donato Nobre contó que, en una de sus charlas, un indígena del pueblo yanomami, afirmó: “¿Será que el hombre blanco no se da cuenta de que, si acaba con la selva, acaba con la lluvia? ¿Y si acaba con la lluvia, no tendrá que comer ni que beber?”
Donato quedó deslumbrado pues a él le había costado años de estudio, acompañado por científicos y costoso equipamiento, para llegar a las mismas conclusiones.
Maravillado le preguntó por qué hacía tal aseveración y el indígena no dudó en responderle: “El espíritu de la selva nos lo dijo”.
Pero, ¿Cuáles fueron los misterios que le arrebató a la selva el científico conocido como “el guardián del Amazonas?”
Primero: la selva, misteriosa y sabia, actúa como una colosal bomba de agua, elevando grandes volúmenes desde el suelo a la atmósfera a través de la transpiración de los árboles.
Estos, con sus raíces profundas y hojas al sol, transpiran 20 billones de litros de agua cada día, superando el caudal del río Amazonas cuando llega al Atlántico.
Este épico proceso movido por la energía solar, emplea una potencia equivalente a la que produce la hidroeléctrica de Itaipú -la más grande del mundo- durante 145 años ¡Todo en un solo día!
El segundo misterio de la selva revela que los árboles emiten compuestos orgánicos volátiles que actúan como núcleos de condensación, facilitando la formación de nubes y provocando lluvias abundantes. Estos “aromas del bosque” se oxidan en la atmósfera húmeda y, bajo la acción del sol, desencadenan lluvias torrenciales.
Donato Nobre describe poéticamente este proceso como “las regadoras del jardín del Edén” o como “el polvo de las hadas”.
El tercer misterio de la selva amazónica es su capacidad para sobrevivir a cataclismos climáticos y mantener un ciclo hidrológico beneficioso.
La Teoría de la “bomba biótica” explica que la transpiración de los árboles y la potente condensación de nubes disminuyen la presión atmosférica, atrayendo aire húmedo del océano y garantizando lluvias.
Si la selva es talada, el proceso se invierte, convirtiendo al bosque en desierto.
El cuarto misterio de la selva amazónica explica por qué la región al este de los Andes no es desértica, a diferencia de otras áreas en la misma latitud.
El bosque amazónico no solo mantiene su propia humedad, sino que también exporta “ríos aéreos” de vapor que llevan agua a regiones distantes, asegurando lluvias abundantes.
Esta capacidad de irrigar diferentes cuencas impide la formación de desiertos en América del Sur, a diferencia de otras zonas alineadas a los 30 grados de latitud norte y sur.
Y el quinto misterio de la selva amazónica revela su capacidad para evitar huracanes y extremos climáticos.
El dosel del bosque, con su rugosidad, disipa la energía de los vientos, mientras la bomba biótica acelera horizontalmente los vientos en la atmósfera baja, impidiendo la formación de huracanes.
Además, la condensación uniforme sobre el dosel y el agotamiento de la humedad atmosférica privan a las tormentas de su energía, explicando por qué los huracanes son raros en Sudamérica.
Para que el conocimiento sobre los ríos voladores se popularice, nadie se burle y se aprovechen sus efectos prácticos, hay que integrar esta teoría a los currículos escolares y universitarios; las autoridades ambientales e instituciones públicas deben incluirla en los programas de educación ambiental; y nuestra selva, la del Chocó Biogeográfico debe ser estudiada de igual manera como se ha estudiado la selva amazónica.
En conclusión, los árboles no sólo absorben gas carbónico y entregan a la atmosfera oxígeno, como nos lo enseñaron en la escuela; sino que además producen ríos de vapor de agua, que después como lluvia favorecerán la recarga de los acuíferos; producen vientos beneficiosos; protegen las playas de las olas; atenúan las inundaciones; morigeran el clima; brindan diversidad biológica y de ñapa mejoran los suelos al producir capa vegetal, entre otros servicios ecosistémicos .
Por último, sirven de alimento y hasta para hacer remedios.
En todo caso, Antonio Donato Nobre nos ha impartido una lección trascendental: los árboles son la ultra-maravilla de la naturaleza y constituyen el eslabón vital del ciclo del agua.
[1] Antonio Donato Nobre PhD, (Brasil) es investigador del CCST. MCTI/NPE, investigador del MCT/IMPA. Estudia el sistema terrestre con un enfoque interdisciplinario orientado a popularizar la ciencia. Es investigador Sénior del Instituto de Investigación de la Amazonía INPA y trabaja desde el 2003 en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales INPE.
[2] El Árbol maravilla de la Naturaleza y Eslabón Vital del Ciclo del Agua, por Carlos Eduardo Calderón, Gustavo Eduardo Moreno y Pedro Luis Barco
Fin de los artículos
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