Cali, junio 2 de 2023. Actualizado: viernes, junio 2, 2023 16:17
Septiembre 11
Meses antes del golpe, Salvador Allende y Lautaro Videla se conocieron en el funeral de Yolanda Schwartz, dirigente del MIR y reconocida arquitecta que murió en un accidente de tránsito en el año 1973. “Tuve que organizar el funeral en la sede del Frente de Trabajadores Revolucionarios; el presidente Allende fue. Conversé con él y recibí sus condolencias. Estaba a cargo del evento y me tomaron varias fotos que guardé hasta que las Fuerzas Armadas de Chile allanaron mi casa”, relata Videla.
Fueron esas fotografías, y sus lazos con el partido clandestino, las pruebas que lo convirtieron en blanco de la Dina , la policías carroñera que hacía zancadilla a las políticas de Salvador Allende.
Ese 11 de septiembre empezó la pesadilla. Augusto Pinochet, un general traicionero, de voz chillona, léxico burdo y con bigote idéntico al de Cantinflas, se alzó en armas ante el gobierno de la Unidad Popular para darle al Palacio de la Moneda los tanquetazos que acabarían con el sueño revolucionario de Videla y Allende.
En la foto “Patricio Aylwin, recién asumido presidente de Chile, me confirmó que mis testimonios eran necesarios para reconstruir la historia de la masacre ejecutada por los militares”.
“Ya sabíamos que eso iba a pasar. Llegué corriendo a la casa de seguridad tratando de comunicarme con mi esposa, después supe que ella estaba en otro refugio”, recuerda.
Durante año y medio, él y su esposa se refugiaron en Valparaíso pero, a inicios de 1975, ella fue secuestrada por la Dina. El 10 de febrero, Videla fue sorprendido por un grupo de carroñeros, le vendaron los ojos y se lo llevaron para el ‘Cuartel Terranova’, más conocido como Villa Grimaldi, el más grande centro clandestino de tortura y desaparición que hubo durante la dictadura de Pinochet.
Ese centro operativo de la Brigada de Inteligencia Metropolitana estaba ubicado en las laderas de la cordillera Peñalolén de Chile, donde tenían repartidas varias torres de madera. Allí trataban de sobrevivir los recién torturados, que dormían de pie al interior de diminutas cajoneras metálicas.
“Supe que mi esposa estaba internada ahí. La violaron, la torturaron frente a mí tratando de que confesáramos, pero ninguno habló. Al poco tiempo la liberaron, pero yo quedé en ese lugar”, cuenta Lautaro.
“A Lumi, mi hermana, también la desaparecieron, jamás volvió, pero con las fotos la mantengo viva”.
El mentalista
“En junio, después de haber cumplido cuatro meses secuestrado en Villa Grimaldi, me trasladaron a un lugar donde hacían interrogatorios sin torturas, se llamaba ‘Cuatro Álamos’. Me querían interrogar, sosteniendo que había tenido reuniones con Miguel Enríquez, el segundo hombre al mando del MIR. En una extraña reunión estaban un mentalista mexicano y altos funcionarios de la Dina, yo nunca he creído en lo esotérico, ese día alcancé a dudar”, confiesa Lautaro entre risas. El mentalista empezó a gritar dentro del cuartico sin ventanas, decía que estaba viajando entre el tiempo y el espacio, ubicándose en aquella reunión secreta:
“Me agarró de la mano y dijo: Te estás subiendo en un auto rojo, tiene dañado el cajón del copiloto, estás asustado, hay un arma con pocas balas debajo del asiento del conductor y estás con otro hombre al que no le logro ver el rostro, en total son tres. Para mi sorpresa, el mentalista acertó en todo, pero como él no sabía quién era el tercer compañero, le dije: Señor, si de verdad viajó a ese día, el tercer hombre debe ser usted. Ahí paró la reunión”. Los carroñeros estaban sorprendidos, Videla, uno de los hombres que tenía información acerca de los más cercanos a Allende, había logrado resistir la fuerza sobrenatural del enigmático mentalista.
“Unos militares, impresionados con mi supuesta fuerza mental, me llevaron a Santa Lucía, una casa enorme que funcionaba como clínica para sanar a los torturados, para hacer experimentos con mi cerebro y con mi sangre, decían que les parecía increíble que un ‘zurdo’ (izquierdoso) tuviera pensamientos poderosos. Estuve allá muchas semanas. Un día escuché que me iban a dar un shock si me seguían haciendo eso, entonces simulé un ataque. Así logré salir”, asegura.
Tras seis meses de su secuestro en Villa Grimaldi, Lautaro fue liberado y se exilió en Venezuela durante 17 años. Hoy, 42 años después, Videla, sobreviviente de una de las dictaduras más cruentas de Suramérica, ha logrado sanar sus heridas: “Lo extraño es que mi hija es astróloga, ama las estrellas, creo que ella sí heredó pensamientos poderosos. Actualmente soy presidente del Centro de Memoria Santa Lucía, el mismo lugar dónde experimentaron conmigo. Mi vida no ha sido vivir del dolor ni de la venganza, yo seguí”.
Chile y sus víctimas:
Torturados: 28.000
Muertos: 3.197
Desaparecidos: 1.102
Exiliados: 200.000
Cuando Laura Daroch, cantante chilena que trabaja con las víctimas de su país, me habló de Lautaro Videla, supe que debía contar la historia del chileno que sobrevivió a la Clínica de los Desaparecidos y a uno de los centros de tortura más crueles de la dictadura de Augusto Pinochet. Desde marzo de este año empezaron las reuniones por Skype con Videla, para lograr entender, desde la voz de una de las víctimas, lo que ocurrió en Chile durante 17 años. Contar su historia es un aporte a la construcción del posconflicto, desde el periodismo universitario
Chile en tiempos de dictadura:
4 de noviembre de 1970: Salvador Allende gana las elecciones y se convierte en el primer presidente socialista de Chile.
11 de septiembre de 1973: Golpe militar, dirigido por el general de las Fuerzas Armadas de Chile, Augusto Pinochet, derroca el gobierno de Allende y se instaura la dictadura militar hasta 1990.
11 de marzo de 1980: Plebiscito aprueba constitución de 1980, donde se estableció período presidencial de ocho años de duración.
14 de diciembre de 1989: Patricio Aylwin gana las elecciones.
11 de marzo 1990: Aylwin se posesiona como primer presidente de Chile, elegido democráticamente tras 17 años de régimen militar.
Fin de los artículos
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