Cali, mayo 31 de 2023. Actualizado: miércoles, mayo 31, 2023 21:22
Por: Carlos Alberto Guiral
Séptimo semestre
@carlosguiral
El trabajo es sinónimo de fortaleza, templanza para creer en el futuro y lucha para salir adelante, un concepto que tienen claro tres mujeres valientes que llevan en sus manos historias de entrega, perseverancia y amor por la tierra y su familia.
Es la madrugada del sábado, solo han transcurrido dos horas del nuevo día y ya el viejo reloj de la casa anuncia el comienzo de una nueva jornada; un baño helado y un tinto hirviendo pone todo en marcha, el mercado espera.
Para Esmeralda Tróchez, las flores van primero: anturios, cartuchos y astromelias, son el dinero que traerá a su casa.
Madre de dos hijos, Eliana y Jaider, de baja estatura, piel trigueña, ojos pequeños y una sonrisa que apremia, empieza su camino de una hora a pie hasta la carretera con su canasta de moras y fresas, con la esperanza de una gran venta.
Angelina Ipia, de 63 años y madre de dos hijos, sale a vender lo que desde niña lleva comercializando; yuca, arracacha, guineo y lulo hacen parte de la carga que lleva sobre su espalda, mientras en su mano lleva con tristeza a su nieto del brazo.
Es muy temprano y el pequeño Sebastián, de siete años, ya está despierto.
A dos horas de la montaña, en la planicie floridana, Susana García, de baja estatura, cejas pobladas y labios pronunciados, alista su masa.
Vende comida desde los nueve años: papas, empanadas, hojaldras y desayunos, productos con los que ha contribuido a sacar a sus tres hijos adelante y ha colaborado en la compra de su casa propia.
Han pasado dos horas desde que la ruta viene en marcha con dos trabajadoras de la plaza de mercado del municipio vallecaucano de Florida, una instalación de una cuadra de extensión donde las ‘chivas’, el Jeep y la carreta de Susana llegan con los productos para la venta.
Son las 5:30 am y el sol apenas empieza asomarse, se abren los parasoles de colores y se acomodan las canastas de madera que durante seis horas servirán de sillas; delantal puesto y a la mano de Dios, empiezan las ventas.
“Es un trabajo digno, no le quito nada a nadie, aunque si mi marido tuviera un trabajo fijo, dejaría de hacerlo”, afirma Esmeralda, mientras pone sus flores en un tarro con agua.
Por su parte, para Angelina es un gusto salir cada sábado a vender lo que ha cultivado cada día en su finca “hasta que mi Dios me tenga con vida, hasta que no pueda caminar, no voy a dejar de salir a vender mis cositas”.
Un trabajo de mujeres pujantes que desde muy niñas se han dedicado a laborar y hacer esfuerzos.
Hijos en la espalda, pesados sacos con verduras y el anhelo de las ventas del día, pasan por la cabeza de estas damas que esperan llegar a su casa con la remesa para toda la semana.
“El trabajo dignifica a la persona, el camino de la vida está lleno de oportunidades.
Dios nos dio todo, solo hay que aprovecharlo”, dice Susana entusiasmada mientras entrega un desayuno a su cliente.
“Hasta que mi Dios me tenga con vida, hasta que no pueda caminar, no voy a dejar de salir a vender mis cositas”.
“A Colombia la destaca la gente perseverante”
Bien dijo la Miss Universo, Paulina Vega, “a Colombia la destaca la gente perseverante”.
DAMAS GUERRERAS que esperan cada sábado para exhibir en el piso lo que con tanto esfuerzo han cosechado, sacrificios que se quedan en cada moneda y en la alegría de saber que habrá de comida para su familia.
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