Cali, noviembre 6 de 2025. Actualizado: jueves, noviembre 6, 2025 22:08

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Creencia ancestral mexicana

Perros del Mictlán: los fieles guardianes del alma en el inframundo

Cuando una persona muere, su alma no parte directamente al descanso. Según la mitología mexica, comienza un viaje largo y lleno de pruebas hasta llegar al Mictlán, el inframundo donde reposan las almas.

Una de las etapas más importantes de este trayecto es cruzar un río llamado Chiconahuapan. Allí, en la orilla, esperan unos guías muy especiales: los perros fallecidos que acompañaron a los humanos en vida.

El río que separa la vida y la muerte

El río Chiconahuapan es considerado el primer obstáculo en el camino hacia el Mictlán. No se trata solo de un cruce físico, sino de una prueba espiritual. La leyenda cuenta que el alma no puede cruzarlo sola.

Para lograrlo, necesita la ayuda de un perro, especialmente de un xoloitzcuintle, un animal sagrado en la cultura mexica.

Pero no cualquier perro ayuda. Solo los de color pardo o bermejo se ofrecen como guías. Además, el alma debe haber tratado bien a los animales durante su vida. Si el difunto maltrató a los perros, no podrá cruzar y quedará atrapado en la orilla, condenado a vagar eternamente.

Guías espirituales más allá de la vida

En la visión mexica, los perros tienen un papel central como guardianes y protectores. El xoloitzcuintle, en particular, no solo acompaña al alma en su paso por el río, sino que la guía por todo el camino hasta el Mictlán. Se dice que este viaje incluye nueve niveles con desafíos que representan dolor, esfuerzo y transformación.

Otros animales también participan en este recorrido. Los tecolotes vigilan el paso entre mundos, las arañas tejen el destino, los alacranes simbolizan el cambio, y los jaguares protegen algunas fases del tránsito.

Esta cosmovisión muestra una conexión profunda con la naturaleza y un respeto por los seres vivos como parte del orden espiritual.

Por eso, en esta leyenda los perros no solo representan lealtad, también simbolizan el vínculo eterno entre los humanos y el mundo natural. En el momento más solitario del alma —el cruce hacia la muerte—, ellos son quienes extienden su ayuda. No como castigo ni recompensa, sino como reflejo del lazo forjado en vida.

*Este artículo fue elaborado por un periodista del Diario Occidente usando herramientas de inteligencia artificial.


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