Cali, octubre 9 de 2024. Actualizado: miércoles, octubre 9, 2024 01:07
Luis Ángel Muñoz Zúñiga
Especial Diario Occidente
José Urbano nació, creció y vive del cine. Su madre iba a cine cuando su bebé estaba en gestación. Desde que era muy niño sus padres siempre lo llevaban los domingos a los matinales infantiles del Teatro Aristi. Carlos Mayolo y Luis Ospina lo bautizaron enfocándolo con sus cámaras cuando el muchachito miraba las escenas de “Agarrando Pueblo” y lo registraron entre los actores naturales cuando filmaban en una locación en el barrio Guabal. Después, cuando era adolescente, se escapaba del Colegio de Santa Librada con algunos compañeritos, pero al escalar la tapia no gritaba “sálvese quien pueda”, sino “cínese quien pueda” pues la meta era internarse toda la tarde en el cine continuo del teatro Alameda. Cuando ingresó a la Universidad del Valle pudo desarrollar plenamente sus pasiones cinéfilas y cineastas: codirigió el cine club universitario y por iniciativa propia filmó sus primeros documentales, entre ellos, el que denuncia el caso de la muerte de Jhony Silva. También ha hecho documentales sobre “Estocolmo 1982” y el poeta “Aurelio Arturo”. Desde hace dos décadas dirige “Ventana Indiscreta”, el centro cultural donde guarda copias de unas veinte mil películas, desde las filmadas por los hermanos Lumiere. Urbano, invitado, escribe crítica en “Kinestocopio”, igual que en programas en canales de televisión. Cuando todavía en las plataformas no archivaban cine clásico, “Ventana Indiscreta” les mitigó sus afugias a los estudiantes de comunicación. Acuden, también, a “Ventana Indiscreta”, aquellos guionistas y directores que buscan alguna referencia cinematográfica. En las tardes, los cinéfilos tertulian amenamente con José Urbano.
El cine como recurso del aula está subutilizado. No hay ningún tema que el cine no haya tratado en sus 128 años de existencia. Puede explicarse la revolución francesa proyectando una buena película. Por lo tanto es un gran vehículo pedagógico. Pero, también, debe impulsarse el filminuto con los celulares para que los estudiantes hagan noticieros o cuenten sus historias, haciendo cortos entre 1 y 5 minutos. Esto es muy diferente a Tik-tok, es algo más serio. No es sólo difundir el cine, sino también enseñar a hacerlo.
García Márquez dice que es un matrimonio que no puede vivir junto, pero tampoco separado. Desde que nació, el cine y la literatura se aman, se odian, habla mal el uno del otro y se reconcilian. El cine saqueó todas las artes, la literatura no fue la excepción. Haciendo una analogía, el cine es como aquel bebé que saca rasgos y cosas desde los abuelos. Nada es original en el cine, pero este tiene su propia voz. Hoy en día todos los escritores deambulan en el cine. Los últimos veinte premios nobeles de literatura han participado en el cine: guionistas, escriben series.
Gabo fue a México con el ánimo de hacer cine, pero descubrió que mientras se necesitaban más de cincuenta personas y efectos especiales para hacer la lluvia, él se sentaba a la máquina de escribir y hacía lluvias y terremotos. Que una lluvia en el cine valía lo de comprar veinte casas. A Gabo no le gustó trabajar con tantos egos: el guionista, el director, los actores… Sin embargo, él viajó a Roma y tomó cine con Fellini, pero creo que más bien lo hizo por una tentación. Lisandro Duque, afirma que las mejores películas que han hecho los directores, son las que tomaron de los libros chiquitos de Gabo, por ejemplo, El coronel no tiene quien le escriba. No les ha ido muy bien a las tomadas de sus libros grandotes, por ejemplo, El amor en los tiempos del cólera. García Márquez prolongó su amor por el cine en su hijo Rodrigo García Barcha, quien actualmente es uno de los mejores directores de cine. “Familia”, es una de sus mejores películas.
En Colombia se hace muy buen cine, hay bastantes nuevos directores, pero no tenemos una buena distribución. Es una lástima que nadie las vea. Las dejan uno o dos días. Esa es la gran tragedia del cine colombiano. No ha podido conquistar a su público.
Luis Ospina decía que el documental es el cine sin dolor. Los temas de los documentales son infinitos, hasta la vida misma de uno, de los hijos, de un amor frustrado. Hacer documental es más fácil, uno entrevista a la gente. Hacer ficción sí es caro. El guionista es Dios, porque nos da los personajes y los temas. En mi caso he coqueteado con el documental: “La pantera y la espada” sobre la vida y muerte de Jhonny Silva, estudiante de la Universidad del Valle. Como gabologo hice uno cuando el Nobel cumplió treinta años, titulado “De Aracata a Estocolmo, treinta años después”. Aproveché una cinta que en La Habana me dio Rodrigo García Bercha. Ese cassette contenía lo que Rodrigo filmó en Estocolmo cuando él tenía quince años y acompañó a su padre. Lo aproveché, pero entrevisté también a unos diez caleños que acompañaron a Gabo a recibir el premio Nobel. Continúo. Acabo de hacer un documental sobre uno de mis poetas favoritos, le titulo “Buscando a Aurelio Arturo”. En la Unión Nariño, busqué su tumba y su rastro, él era el poeta orgullo de mi padre, eran paisanos. También me apasiona hacer documentales sobre las marchas populares.
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