Cali, octubre 6 de 2025. Actualizado: lunes, octubre 6, 2025 22:55
¿Alguna vez te has sentido inexplicablemente ansiosa al caer la tarde, o lleno de energía en la mañana sin razón aparente? Esa sensación no es casualidad.
La ciencia ha descubierto que así como el cuerpo tiene ritmos circadianos que regulan el sueño, el hambre y la temperatura corporal, también existen relojes emocionales que marcan el pulso de nuestro estado de ánimo a lo largo del día.
Estos ritmos invisibles son el resultado de la interacción entre hormonas, neurotransmisores y rutinas aprendidas.
Investigadores del Journal of Affective Disorders han demostrado que la probabilidad de sentir tristeza, ansiedad o euforia varía según la hora del día.
Comprenderlo nos ayuda no solo a conocernos mejor, sino también a planear estrategias para vivir con más equilibrio.
Nuestro cerebro es una orquesta química, y cada hormona toca una melodía distinta en momentos específicos del día:
La combinación de estas sustancias genera un vaivén emocional que se repite cada día.
Más allá de la biología, también existe un componente psicológico. Muchas personas sienten ansiedad en la madrugada porque es la hora en que la mente está más silenciosa y emergen pensamientos rumiantes.
Otros experimentan euforia al final de la tarde porque asocian esa franja con logros o con actividades placenteras.
En algunos casos, los relojes emocionales pueden estar condicionados por experiencias pasadas. Si alguien vivió un evento traumático a cierta hora del día, es posible que, inconscientemente, reviva emociones negativas en ese mismo horario.
Sí, es completamente normal. Puede deberse tanto a la liberación de hormonas como a rutinas aprendidas o experiencias emocionales asociadas a una franja horaria.
Lo importante es identificar el patrón y buscar estrategias para gestionarlo.
Conocer el mapa de tus emociones diarias es como tener un manual de tu propio cuerpo. Aquí algunos consejos prácticos:
Evita estimulantes tarde en el día: la cafeína o el exceso de pantallas en la noche pueden alterar la melatonina y aumentar la ansiedad.
Una estudiante que siempre se siente abrumada en la madrugada al estudiar puede no estar “fallando” en su disciplina, sino enfrentándose al pico natural de cortisol y pensamientos repetitivos de esa hora.
Un trabajador que siente euforia antes del almuerzo puede aprovechar esa franja para presentar proyectos o tomar decisiones importantes.
Una persona que suele llorar al anochecer puede comprender que no está sola: la melatonina baja y abre paso a emociones introspectivas que son comunes en ese momento del día.
Comprender los relojes emocionales es descubrir que no estamos a merced de un caos interno, sino de un ritmo natural que puede aprovecharse a nuestro favor.
Saber que la tristeza, la ansiedad o la euforia tienen horarios nos permite anticiparnos y tomar decisiones conscientes.
En un mundo que nos pide productividad constante, aceptar que nuestro cuerpo y nuestra mente tienen picos y valles emocionales es un acto de autocuidado.
Al final, no se trata de pelear contra nuestros relojes, sino de aprender a escucharlos.
Y quizá, al hacerlo, descubramos que la clave de la estabilidad emocional no está en cambiar quiénes somos, sino en sincronizarnos con lo que ya somos: seres rítmicos, guiados por relojes invisibles que laten dentro de nosotros.
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