Cali, noviembre 12 de 2025. Actualizado: miércoles, noviembre 12, 2025 09:54

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¿Cuántas veces prometiste “Esta vez sí”?

El gimnasio de la vida: el lugar donde todos prometemos volver el lunes

Hay templos que no necesitan religión para inspirar fe: los gimnasios. Lugares donde las promesas se repiten como mantras: “el lunes empiezo”, “esta vez sí”, “ahora voy en serio”.

Pero el lunes llega, y el cuerpo, milagrosamente, encuentra cien excusas más sagradas. El gimnasio no solo entrena músculos: pone a prueba la fuerza de voluntad y el ingenio para inventar razones.

Los gimnasios tienen su propia fauna. Está el motivado extremo, que llega a las cinco de la mañana con energía sospechosa y sube historias con frases tipo “sin dolor no hay gloria”.

También el nostálgico, que paga la mensualidad, va una semana y luego desaparece tres meses. Cuando lo ves de nuevo, dice: “volví con toda”, como si hubiera regresado de una guerra.

Hay un grupo entrañable: los que socializan más de lo que entrenan. Conversan, se saludan con palmadas, miran los aparatos como si fueran obras de arte y, de vez en cuando, levantan una pesa para disimular.

Luego están los introvertidos del gimnasio: auriculares puestos, mirada al piso, cero contacto visual. En su mente, cada serie es una misión de supervivencia social.

Y no olvidemos al espécimen más peligroso: el coach espiritual autodidacta. No trabaja en el gimnasio, pero se siente autorizado para corregir posturas, dar consejos y motivar con frases de calendario. “La mente se rinde antes que el cuerpo”, te dice mientras tú solo intentas respirar.

El gimnasio también es escenario de dramas internos. Hay gente que va solo para justificar la hamburguesa del fin de semana. Otros que buscan redención tras la culpa del diciembre anterior.

Algunos, más honestos, solo van por la sauna. Todos, sin excepción, repiten el ciclo: entusiasmo, cansancio, abandono, arrepentimiento y regreso triunfal.

El lunes es el día universal de las intenciones. Es cuando los gimnasios parecen festivales de motivación. Gente nueva, ropa nueva, promesas nuevas.

Pero llega el jueves y la multitud desaparece misteriosamente. Lo llaman “selección natural del ejercicio”. Los que quedan son los veteranos: esos que ya no suben historias ni dicen frases motivacionales. Van, hacen lo suyo y se van. Son los monjes del músculo.

En el fondo, el gimnasio refleja la vida. Nos apunta con el espejo de nuestra constancia, nuestra vanidad y nuestras excusas.

Hay días en que te sientes imparable, y otros en los que solo quieres quedarte en casa viendo series con papas fritas. Y está bien. No se trata de sufrir, sino de moverse.

Además, el gimnasio no siempre está hecho de pesas. A veces, tu gimnasio es la caminata, el baile, la limpieza con música.

Todo lo que te hace sudar y reír al mismo tiempo cuenta como ejercicio. Lo importante no es cumplir una rutina perfecta, sino encontrar una forma de moverte que te devuelva la vida.

¿Por qué vas?

La verdadera enseñanza del gimnasio está en que cada quien tiene su ritmo. Algunos van por estética, otros por salud, otros por despejar la mente. Lo importante es hacerlo por uno mismo.

No por culpa, ni por moda, ni por comparación. Porque el cuerpo, al final, no entiende de tendencias, solo de constancia y cariño.

Así que sí, tal vez esta semana no fuiste. Tal vez el lunes tampoco vayas. Pero llegará el día en que no necesites prometerlo: simplemente lo harás.

Y cuando eso pase, no subas una historia con filtros ni pongas una frase motivacional. Solo mírate al espejo y di: “no lo logré todo, pero hoy me moví”.

Porque al final, el gimnasio de la vida no está en el edificio de la esquina: está en cada intento de empezar de nuevo, aunque sea por quinta vez.


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