Cali, octubre 7 de 2025. Actualizado: lunes, octubre 6, 2025 23:11
Los relatos populares suelen afirmar que las serpientes huyen o se adormecen frente a una mujer embarazada, o incluso que pueden acercarse a amamantar para tomar leche sin que la madre lo advierta.
Estas creencias alimentan leyendas rurales, pero ¿qué tan sostenibles son desde la biología o desde una perspectiva simbólica?
En muchas comunidades rurales se cuenta que una serpiente no se atreverá a atacar ni acercarse a una mujer embarazada, o que en su presencia “se adormece”.
Desde la herpetología no hay evidencia confiable que apoye que las serpientes discriminen a las mujeres embarazadas.
Las serpientes reaccionan a estímulos como vibraciones, calor, olores y movimientos, no al estado fisiológico humano. Solo atacan si se sienten amenazadas o en estrés.
Los científicos afirman que muchos mitos sobre serpientes surgen de la observación errónea: la gente puede atribuir intención a un comportamiento al azar. En realidad, las serpientes no reconocen el embarazo como un factor especial.
Una razón por la cual persiste este mito podría ser la necesidad simbólica de protección hacia la gestante en sociedades con fuerte componente mágico.
Las comunidades pueden reforzar la idea de que el embarazo tiene un aura de “inocencia” que repele lo peligroso, integrando esa narrativa en su mundo de creencias.
Surge el relato extremo de que serpientes se acercan al pecho de una madre que amamanta para succionar la leche o el calostro.
En algunos casos se afirma que lo hacen “sin que la madre lo note” y transmisión de “cosla” (o “cosa”) al bebé.
Este tipo de creencia está presente en algunas narraciones populares del campo y en testimonios orales.
Pero desde una mirada zoológica, esas afirmaciones carecen de fundamento. Las serpientes son reptiles y no poseen las adaptaciones anatómicas para succionar leche (no tienen musculatura ni sistemas glandulares compatibles).
Expertos en reptiles explican que muchos de esos mitos provienen del nombre “milk snake” (serpiente de la leche), pero esa denominación no indica un comportamiento de beber leche, sino más bien una coincidencia en hábitat asociado a graneros, donde cazan roedores cerca de vacas.
Muchas culturas vinculan la serpiente con lo femenino, lo reproductivo, lo misterioso y a veces el poder curativo o destructor.
En la antigüedad egipcia, por ejemplo, algunas deidades femeninas con atributos de protección eran representadas con serpientes alrededor del pecho materno o asociados a la leche divina.
Desde ese punto de vista simbólico, la leyenda de que la serpiente no se acerca a la embarazada puede entenderse como una expresión de respeto o temor hacia la vida gestante.
El mito refuerza que el embarazo tiene una dimensión sagrada: lo “puro” no atrae lo peligroso. En ese sentido, se le atribuye un sentido espiritual de protección intrínseca.
También se relaciona con la idea teológica o moral de que “el pecado nunca atenta contra la vida”. En esa óptica, si la gestación simboliza la vida y la inocencia en acción, no podría ser objeto del acto maligno.
Por tanto, la serpiente, como símbolo del mal o de lo oculto, no osaría acercarse al embrión. Esa interpretación no busca explicaciones biológicas sino afirmar una visión moral o espiritual de respeto a la vida.
Los relatos de serpientes que huyen ante una embarazada, o que toman leche secretamente de una madre lactante, forman parte de un rico repertorio mitológico en muchas regiones campesinas.
No obstante, la evidencia biológica no soporta esas afirmaciones: las serpientes no reconocen el embarazo humano, ni poseen adaptaciones para succionar leche, ni toleran productos lácteos.
Al mismo tiempo, esas historias contienen un valor simbólico que trasciende lo literal. Sirven como metáforas culturales para proteger la gestación, afirmar la moral de la inocencia y reforzar creencias espirituales sobre la vida.
En contextos donde la ciencia no estaba al alcance, dichos mitos funcionaban como mecanismos de conservación social y protección simbólica.
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