Cali, diciembre 5 de 2024. Actualizado: jueves, diciembre 5, 2024 19:33
Luis Ángel Muñoz Zúñiga – Especial Diario Occidente
La noticia del reciente fallecimiento de Gustavo Gutiérrez, Lima 22 de octubre, sacerdote peruano, hace que lo relacionemos con la Teología de La Liberación, su propuesta lanzada en 1972 y que originó dos tendencias entre los sacerdotes latinoamericanos.
Con la iglesia sucedió algo parecido a la historia de los partidos políticos, que de acuerdo a sus postulados sobre la toma del poder y de su modelo administrativo de Estado, estos se clasificaron en derechistas o izquierdistas.
En la Iglesia emergió el grupo de sacerdotes identificados con la Teología de La Liberación, que le hizo una nueva interpretación a las Escrituras, fijó su posición contra las injusticias sociales y lideró las comunidades eclesiales de base.
No sobra que relacionemos la Teología de La Liberación con el nuevo enfoque de la ciencia social de la historia, porque según la metodología de estudio del desarrollo social, también hallamos una historia tradicional que sólo dio crédito a los héroes y a los presidentes y, otra, denominada Nueva Historia que valora las luchas sociales del pueblo.
La historia de la Iglesia Católica en la Antigüedad era popular, estuvo liderada por Cristo y fue perseguida. Siglos después la oficializó el Imperio Romano y desde el siglo pasado se reorientó su misión dándole importancia a los problemas económicos de la sociedad y al desarrollo de los pueblos.
Además que algunos sacerdotes fueron formados en la Universidad de Lovaina, como los casos de Gustavo Gutiérrez y de Camilo Torres Restrepo, hizo parte del contexto histórico social que posibilitó el surgimiento de la Teología de La Liberación, la convocatoria de renovación desde la misma jerarquía eclesiástica en el Concilio Vaticano II, a través de la Encíclica Populorum Progressio y la aprobación posterior de documentos episcopales comprometidos con la pobreza y la opresión social, desde la reunión de los obispos latinoamericanos en 1968 en Medellín:
“Una renovada toma de conciencia de las exigencias del mensaje evangélico obliga a la Iglesia a ponerse al servicio de los hombres para ayudarles a captar todas las dimensiones de este grave problema y convencerlos de la urgencia de una acción solidaria en este cambio decisivo de historia de la humanidad”.
(Carta Encíclica Populorum Progressio. Pablo VI. Roma 26 de marzo de 1967).
Ahora con motivo de la muerte de Gustavo Gutiérrez, cuyo legado seguirá vigente hasta que cambié la realidad latinoamericana, es pertinente revisar su Teología de La Liberación, desconocida u olvidada, guiada por la interpretación sociopolítica del Evangelio, de los postulados de la Doctrina Social Cristiana y reorientada por los obispos hacia la construcción de una iglesia en favor de los pobres y contra las injusticias sociales y de opresión.
“Caracterizar a América Latina como un continente dominado y oprimido conduce, naturalmente, a hablar de liberación y, sobre todo, a participar en el proceso que lleva a ella”
(Teología de La Liberación. Perspectivas. Gustavo Gutiérrez. 1972 Ediciones Sígueme. Página 126).
Desde los años 60 en América Latina hubo sacerdotes que fundamentaron sus mensajes eclesiásticos con postulados liberadores y, que además, organizaron comunidades populares de base sembrando conciencia por el logro de los cambios estructurales contra la desigualdad.
Entre los sacerdotes destacados en la Teología de La Liberación, figuraron: Camilo Torres Restrepo, Gustavo Gutiérrez, Gerardo Valencia Cano, Manuel Alzate, Rafael Ávila, Álvaro Ulcué, Helder Cámara, Ernesto Cardenal, Enrique Angelelli, Carlos Mugica, Noel Olaya.
Gustavo Gutiérrez (1928- 2024), reconocido sacerdote y filósofo peruano, fallecido en Lima Perú el 22 de octubre, nos legó la Teología de La Liberación, en tiempos que predominaban en América las protestas universitarias, movimientos comunales, organizaciones sindicales y partidos de izquierda.
La Teología de La Liberación acude a las comunidades eclesiales de base para generar conciencia hacia el logro de la transformación social.
Gustavo Gutiérrez lanzó su propuesta en 1972 mediante “Teología de la Liberación. Perspectivas”, libro replicado entre los católicos cuando todavía se escuchaban los ecos de la Segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín en 1968.
La Teología de La Liberación, además de fundamentarla con encíclicas y documentos episcopales, la complementó con: “La fuerza histórica de los pobres” (1979), “El Dios de la Vida” (1982), “Beber en su propio pozo” (1983), “Reflexión sobre el libro de Job” (1986), “La verdad los hará libres” (1986), “Dios o el oro en Indias” (1989), homenaje a Fray Bartolomé de Las Casas.
Gustavo Gutiérrez estudió teología en la Universidad de Lyon y se ordenó sacerdote en 1959.
También cursó estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y se licenció en filosofía y psicología en la Universidad de Lovaina.
Entre 1967 y 1979, fue miembro del equipo de reflexión teológica de la CELAM y catedrático universitario.
Ofició como experto en asuntos sociales en la Segunda Conferencia Episcopal de Medellín (1968) y una década después consultor de varios obispos latinoamericanos en la Conferencia Episcopal de Puebla (1979).
Fue catedrático principal de teología en la Universidad Católica del Perú.
Al mismo tiempo se desempeñaba como profesor invitado en las universidades Católica de Boston, de Cambridge, Harvard, Berkeley, Georgetown y Oxford.
Obtuvo títulos de Doctorado Honoris Causa en la Universidad Católica de Nimega (Holanda 1979) y en la Tubinga (Alemania 1985).
Durante muchos años fue miembro del Consejo Directivo de la Revista Concilium.
En su legado, además de la fundamentación de la Teología de La Liberación, se destacó su metodología rigurosa en la investigación documental y la contextualización histórica en su análisis de la obra de Fray Bartolomé de Las Casas.
Gustavo Gutiérrez exhortó a los demás prelados latinoamericanos fundamentando social y políticamente su proyecto: “Las estructuras actuales impiden la participación popular y producen la marginación de las grandes mayorías, que no encuentran tampoco canales de expresión para sus reivindicaciones. En consecuencia, la Iglesia se siente urgida a dirigirse directamente a los oprimidos, en lugar de apelar a los opresores, llamándolos a tomar las riendas de su propio destino, comprometiéndose a apoyarles en sus reivindicaciones, dándoles oportunidad de expresarlas y expresándolas ella misma. En Medellín se aprobó, precisamente, como línea pastoral alentar y favorecer todos los esfuerzos del pueblo por crear y desarrollar sus propias organizaciones de base, la consolidación de sus derechos y la búsqueda de la justicia”.
(Teología de La Liberación. 1972. Página 161. Gustavo Gutiérrez).
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