Cali, septiembre 30 de 2025. Actualizado: lunes, septiembre 29, 2025 22:55
En un mundo saturado de notificaciones, ruidos de tráfico y estímulos constantes, el silencio se ha convertido en un lujo.
Tanto, que hoy existen empresas que venden experiencias de “ruido cero”: cabinas insonorizadas, retiros de silencio y hasta aplicaciones que prometen instantes de calma absoluta.
Lo que antes era natural, hoy se comercializa. Hay cabinas en aeropuertos donde los pasajeros pagan por minutos de silencio, habitaciones “anechoicas” que bloquean todo sonido externo, y retiros espirituales donde se cobra por pasar días enteros sin pronunciar una palabra.
Apps también entran en el negocio: programas que emiten “silencio digital” (pausas programadas sin notificaciones) o que simulan la ausencia de ruido con sonidos neutros.
La neurociencia muestra que el silencio tiene efectos poderosos:
No es casual que en países nórdicos el silencio sea considerado casi un derecho cultural, asociado con la salud mental.
Lo curioso es que, a pesar de ser gratuito en la naturaleza, millones están dispuestos a pagar por él en las ciudades.
Esto revela hasta qué punto el ruido se ha normalizado como invasor constante. El silencio pasó de ser abundante a ser un lujo escaso, como el agua pura o el aire limpio.
Más allá del negocio, muchas personas buscan el silencio como un camino de conexión espiritual. No se trata solo de “apagar el ruido”, sino de escuchar lo que hay dentro: emociones, pensamientos, intuiciones. En un mundo ruidoso, el silencio se transforma en espejo interior.
Que el silencio se venda como un producto revela nuestra crisis contemporánea: lo más simple se ha vuelto lo más difícil de conseguir.
Y tal vez esa sea la lección: aprender a crear espacios de calma en medio del ruido, sin esperar a pagar por lo que debería ser un derecho natural.
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