Cali, octubre 25 de 2025. Actualizado: sábado, octubre 25, 2025 06:39
Te despiertas y ya estás agotada. No hiciste ejercicio intenso. No dormiste mal. No estás enferma.
Pero algo en ti se siente vacío, lento, sin impulso. Revisas tus exámenes médicos: todo “normal”.
¿Entonces por qué ese cansancio que no se quita ni con diez horas de sueño?
La respuesta, aunque no la encuentres en una fórmula de laboratorio, está en otro lugar: tu alma está agotada.
Vivimos en una sociedad que mide la salud desde lo físico.
Si el cuerpo funciona, entonces “todo está bien”.
Pero ¿qué pasa con el cuerpo invisible? Con la energía que no se mide, pero se siente.
Con la emoción que no explota, pero pesa. Con el silencio que grita desde adentro.
Ese cansancio profundo, sin explicación médica, muchas veces es emocional, espiritual, vibracional.
Porque sostiene lo que no dijiste, lo que no soltaste, lo que finges todos los días.
El alma se cansa cuando sigues en un trabajo que te agota, una relación que te encoge, una rutina que no te representa.
Se cansa cuando no lloras lo que duele. Cuando no duermes por pensar. Cuando das más de lo que recibes.
Cuando vives para cumplir, pero no para sentir.
Y como no se le permite hablar, el alma usa el cuerpo para hacerlo.
Cansancio sin causa. Irritabilidad inexplicable.
Olvidos frecuentes. Sensación de peso. Palpitaciones sin motivo.
Todo eso es el grito silencioso de tu ser pidiendo pausa, escucha, descanso real.
El cuerpo puede descansar, pero si la mente sigue corriendo y el corazón sigue apretado, no hay sueño que lo compense.
Para aliviar el agotamiento del alma necesitas recuperar la conexión contigo misma.
Volver a sentir tu respiración, tu verdad, tu deseo, tu no.
No se trata de “hacer más”. Se trata de hacer distinto.
A veces, dejar de intentar es el primer paso para sanar.
Porque cuando el alma está cansada, no necesita motivación… necesita descanso profundo. Honestidad. Espacio.
Te cuesta tomar decisiones simples.
Estás emocionalmente anestesiada.
Todo te parece demasiado.
Las cosas que antes disfrutabas ya no te conectan.
Tu cuerpo no duele, pero “no responde”.
Tienes la sensación de que estás sobreviviendo, no viviendo.
Silencio diario: 10 minutos sin pantallas, sin tareas, solo contigo.
Escritura emocional: deja salir lo que callas, sin filtro.
Caminar en naturaleza: el alma se recarga donde no hay exigencias.
Decir “no” sin explicar: no todo merece tu energía.
Revisar vínculos: ¿quién te drena? ¿quién te expande?
Llorar sin culpa: las lágrimas limpian más que mil duchas.
El cuerpo se cuida con comida y ejercicio. Pero el alma… se cuida con verdad.
Así que si hoy estás cansada y nadie lo entiende, no lo ignores.
Tal vez no estás rota. Tal vez estás vacía por sostener tanto sin soltar nada.
Escúchate. Tu energía no miente.
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