En las elecciones del 27 de mayo de 2018 sólo estará en juego un cupo a la segunda vuelta, que se realizará tres semanas después…

¿Por qué? Porque hay un cupo que ya está prácticamente garantizado.

Todos los análisis -hasta los que hacen los más recalcitrantes antiuribistas, que no lo van a reconocer en público- indican que el candidato del Centro Democrático, o mejor, el candidato de Álvaro Uribe -el que sea- ya tiene asegurado un cupo en la segunda vuelta; por lo tanto, los demás partidos se tendrán que disputar el cupo que queda disponible.

¿De dónde sale esa idea? Sencillo: basta analizar el comportamiento del uribismo en la última elección en la que participó -el plebiscito- para entender que el escenario está servido para que vuelva a ganar en la primera vuelta, como lo hizo en las elecciones de 2014.

En el plebiscito el uribismo se enfrentó al Gobierno Nacional -con la desventaja presupuestal que esto implica- y a casi toda la clase política -que implica desventaja en cuestión de maquinaria-, y, pese a ello, el No ganó.

En las próximas elecciones se conjugarán los mismos factores que le dieron el triunfo al No en el plebiscito: la alta popularidad de Uribe, la aún más alta desaprobación de Santos y el rechazo de la mayoría de los colombianos a las Farc. Si a eso se suma que los demás partidos llegarán cada uno por su lado a la primera vuelta, la clasificación del uribismo a la segunda es muy posible.

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