¿Qué hay detrás?

Paola Andrea Arenas Mosquera

Nuestros cinco adolescentes de Llano Verde en el oriente de Cali. Nuestros nueve jóvenes de Samaniego en  Nariño. Nuestros tres indígenas del pueblo Awá de la organización Camawari, en zona rural del municipio de Ricaurte, pie de monte costero del mismo Departamento.  Nuestro líder ambientalista Jaime Monje en Villa Carmelo, zona rural de Cali, -custodio de nuestras reservas y fundador de la Organización Asocampesina y de la Fundación Pachamama- y como él,  nuestros ecologistas Jaime, Cristina en Toribío, Carlos Aldario y Yamid (Guardabosques).  Todos asesinados.  Todos exterminados en medio de una deplorable ola de asesinatos selectivos que nos estremece .  Cuánto nos duele. Queremos respuestas.

Los móviles de estos crímenes tienen tantas hipótesis como percepciones, ideologías y prejuicios en este País.  Una sola cosa tengo clara. Estamos ante una descomposición social que nos involucra a todos como sociedad. Por culpa u omisión, todos deberíamos sentirnos un poco responsables. También nos acostumbramos a la muerte. La naturalizamos. Se convirtió en la página que se pasa y se reemplaza por el tema de conversación impuesto por las noticias del día siguiente. No nos puede pasar. Como en la canción de Mercedes Sosa. “Que la reseca muerte no me encuentre, vacía y sola sin haber hecho lo suficiente”.

Nos indignamos en las redes.  Todos opinamos, lamentamos. Decimos “Ni una más” cada que conocemos de un feminicidio.  Preguntamos ¿Hasta cuándo? cada que nos asesinan un niño, un joven, un defensor de derechos humanos o un líder social.  Repetimos “No hay derecho” cada que conocemos que nuestros ambientalistas y preservadores de ecosistemas son exterminados en tanto solo han vivido de cuidar con celo lo más sagrado del territorio. Y así vamos… De cierta manera también vivimos presos en la cárcel de la indignación. Necesitamos liberarnos.  Solo la verdad nos hará libres. Necesitamos desenmascarar lo que hay detrás de estos viles asesinatos y para eso necesitamos pasar con determinación, de la indignación a la acción.

No quise titular esta columna ¿quiénes hay detrás?, porque me sentiría tan desgraciada como los victimarios no descubiertos.  Si…el victimario sea autor material o intelectual piensa en eliminar del camino a quien no corresponde con sus intereses. Llámense actores de tráfico de drogas, de la minería ilegal, racistas, segregacionistas, intolerantes o justicieros de quien sabe que idea traída de su parecer  o sed de venganza. Quien se atreve a ordenar o ejecutar la muerte de alguien para despedirla de este plano, de cierta manera piensa en quienes son sus víctimas, no como personas sino como individuos que a su parecer no deben vivir. Y siempre se pregunta quiénes son, a quienes borrar del camino.  Es peligroso, cuando no haces parte de las autoridades o del aparato judicial, empezar a vivir en función de ¿quiénes lo hicieron?

Quiero sacar esta tragedia humana de especular sobre quiénes hay detrás de semejantes masacres, para evitar cargarnos emocionalmente de los sentimientos a los que nos puedan llevar las respuestas y por eso planteo a quienes me leen, el ejercicio de respondernos ¿Qué hay detrás de todo esto?  Intentar buscar las causas estructurales del problema, sin imaginar aún, quiénes son los responsables – A quienes considero como usted, la Justicia debe ser implacable-

La devaluación  de la vida como fuente sagrada, la explotación de la dignidad humana y la pérdida de principios, cada vez más ausentes en la formación humana desde la primera infancia, invierten la cadena de valores y nos descomponen como sociedad.  Este es el resultado de lo que permitimos; Gobiernos corruptos que durante décadas dedicaron el presupuesto de la nación a financiar la guerra y tuvieron a la educación, la cultura, el deporte, la ciencia, el emprendimiento y la innovación, como convidados de piedra en sus planes de gobierno, con presupuestos de cenicienta. Aún pasa, los frentes desde los cuales pudimos generar oportunidades, reducir las brechas de inequidad y la desigualdad, siguen  descuidados.

Y al final del ejercicio es más fácil señalar, acusar, satanizar, justificar!  Pero detrás de nuestros 166 líderes y/o defensores de derechos humanos asesinados en lo que va corrido del año y nuestros 971 indígenas, campesinos, afrodescendientes, sindicalistas, mujeres y ambientalistas que perdieron su vida entre el 24 de noviembre de 2016 y julio de este año, sin contar, -la tapa- a nuestros niños y adolescentes llorados en la última semana, hay mucha basura para mencionar que todos hemos permitido.  Mucho odio y espíritu justiciero que no se compadece con lo enseñado en casa por las abuelas, los abuelos y las madres.

¿Qué hay detrás de tanta amargura y rencor?…Por qué permitimos que nos cogiera ventaja  tanta descomposición de lo que representamos como sociedad. La respuesta no está en esta columna, ni en lo que opinemos juntos en las redes. Debemos pasar ya de la indignación a la acción.  Yo trabajo desde mi orilla para que toda iniciativa que impulse, desde la orilla en la que me encuentre, cobije un trabajo inclusivo con las familias y la primera infancia, pero además es mi obsesión trabajar por un País con empatía, respeto por las diferencias y la fragilidad de las minorías. Y usted, ¿Cómo combate lo que hay detrás de nuestro luto como nación?

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