Este año trae unos importantes retos en materia económica, los cuales estarán a manos del nuevo gobierno nacional, del que se espera señales claras y positivas sobre los principales aspectos económicos, que permitan generar confianza a los mercados, y que clarifiquen las posibles decisiones que puedan tomar los agentes económicos en materia de negocios, ahorro e inversión.
El reto inicial será el ajuste responsable de las finanzas públicas que vaya más allá de una reforma tributaria, para alcanzar un equilibrio fiscal que permita cumplir con las metas de inversión pública, pero a su vez incentivar mayor inversión privada en diferentes frentes.
El nuevo gobierno recibe un país en proceso de recuperación, y para mantener esta senda y darle más dinamismo se requieren cambios estructurales que se deben trabajar como país en materia laboral, de protección social, formalidad y de desarrollo productivo, las cuales esperamos se adelanten de manera concertada, responsable y mediante políticas de fondo, estructurales y de largo plazo.
Sin embargo, existe uno en especial que debería tratarse con mayor prioridad, pues no da espera y perjudica el desempeño de la economía, afectando desde grandes empresas hasta los hogares más pequeños, me refiero a la inflación, la cual para a mayo se situó en un nivel superior al 9%, siendo la más alta en 21 años.
Esto es un hecho que nos preocupa a todos, especialmente porque quienes más sufren el impacto de esta crisis de precios son los hogares con menores ingresos, teniendo en cuenta que el componente de alimentos es el que tiene mayores aumentos con un 26%.
Según cálculos de Anif, por cada punto porcentual de inflación de alimentos, la pobreza crece en 0,25%; en otras palabras, esto equivale aproximadamente a dos millones más de personas en la pobreza extrema y ochocientas mil en la pobreza; un panorama sumamente desalentador.
Si duda alguna esto lo convierte en el principal problema de la población y esto ha hecho que en muchos hogares dado el bajo nivel de ahorro se haga necesario que otros miembros, sobre todo jóvenes, empiecen a sumarse a la población económica activa, buscando trabajo, pero lastimosamente entran a engrosar directamente el desempleo.
Por eso parte de la solución es seguir generando puestos de trabajo, pero antes de revisar las posibles alternativas, es importante tener claridad en que este no es un tema que dependa únicamente del Gobierno nacional ni del emisor, ni tampoco es un problema exclusivo de Colombia.
Este es un episodio que está afectando tanto a economías emergentes como desarrolladas y Colombia al ser una economía abierta no es ajena a esto. Al sostener relaciones comerciales con el exterior nos vemos afectados por la crisis logística internacional derivada de los rezagos del COVID-19 y del aumento desbordado de la demanda en medio de la reactivación; adicional al problema de escasez de contenedores y a que no termina la cuarentena en Asia se ha sumado la guerra en Ucrania que provoca un gran impacto principalmente en los precios de los insumos productivos agroindustriales y energéticos, lo cual no solo perjudica directamente al consumidor final, sino vía el incremento de los costos de materias primas de las empresas.
A manera de ejemplo, algunas cifras de los primeros cuatro meses del 2022; en Brasil la inflación anual llego al 12,13%, su valor más alto en 18 años, seguido por Paraguay que llego al dato anual al 11,8%, la tasa más alta en casi 14 años según medios nacionales y Chile con un 10,50% de inflación anualizada, sin contar a Venezuela y Argentina quienes presentan casos de hiperinflación con un registro de 222,30% y 58% respectivamente.
Colombia ocupa la quinta posición en Latinoamérica, pero se debe reconocer que adicional a las restricciones a la oferta en el mundo, la situación nacional se intensifica por factores internos que han restringido la oferta local (paro nacional – ola invernal), con lo que queda claro que, si bien esta problemática ha estado influenciada en gran parte por factores externos, en otra medida también hay factores internos, que han debilitado las diferentes cadenas productivas.
Me atrevería a afirmar que nos encontramos ante una dinámica de inflación por oferta (se ha recuperado de forma más rápida la demanda que la oferta) el aumento de precios fue resultado de una perturbación directamente a los productores y los vendedores tanto de factores internos como externos, en pleno aumento de la demanda de los productos, y actualmente hay muchos incentivos para invertir y gastas, por lo que el panorama es complicado.
La duda recurrente es que tan transitorio será este fenómeno y que se puede hacer para contener este crecimiento desbordado de los precios o al menos mitigar los impactos, cuando existen factores que difícilmente se pueden controlar, y las decisiones que tomen tiene incidencia en el proceso de recuperación económica.
Por ejemplo, la incertidumbre frente a las tasas de interés en la USA afectan las decisiones de inversión y, por otro lado, la OPEP y sus decisiones en los niveles de producción juegan un papel importante en las expectativas económicas que sugieren que se mantendrá elevada el resto del año.
Todo esto, sumado a otros factores, amenaza con una posible recesión para el año 2023 a nivel mundial, que incluso nos lleva a pensar que estamos en riesgo de volver a caer en una inflación de más de dos dígitos, algo que ya vivimos en la década de los 90; luego de más de 20 años de logra mantener una inflación controlada, dentro del margen de la meta anual establecida por el emisor.
En Colombia se han implementado una serie de medidas en materia económica, monetaria y arancelaria, pero estas no han surgido un efecto en el corto plazo y no por la eficiencia de las mismas sino por su naturaleza macroeconómica la cual está orientada hacia resultados más hacia el mediano y el largo plazo.
Justamente esta semana la junta del Banco de la Republica volvió a subir la tasa de interés de intervención, ubicándose con 7,5% debido a las altas expectativas de inflación y a que considera que el crecimiento va muy bien, pasando de un pronostico de 5% a uno de 6.3% para el 2022.
Hay que esperar cómo reaccionan los mercados y que tanto se afecta el crecimiento, pero lo cierto que el problema va a seguir por un buen tiempo y se requieren otras soluciones que minimicen el impacto y no sean contraproducentes.
Entre las opciones que se plantean se escuchan voces que plantea una política proteccionista para mitigar los efectos inflacionarios extranjeros para incentivar la producción local, aunque es bien sabido que ningún país está en capacidad de producir todo lo que se necesita y los grandes beneficios de la internacionalización, muchos siguen satanizando las importaciones.
Por otro lado, si bien es cierto que la inflación gradualmente se está comiendo el aumento del salario mínimo que fue este año 10,07% no podemos llegar al extremo pensar que un aumento del salario extraordinario podría ayudar a compensar el tema, cuando podría ser contraproducente por dos razones: 1. más dinero en circulación en la economía a la larga solo aumenta el problema de la inflación; y 2. existe un tema conceptual muy importante, el salario real vs. el salario nominal, lo cual indica que no necesariamente por tener más dinero en términos nominales este va a generar mayor poder adquisitivo, es decir, que incluso aumentando el salario no se lograría nada si aun con esa cantidad de dinero no alcanza para adquirir más bienes y servicios.
Hay otras alternativas que se han considerado desde un control de precios hasta más subsidios, ideas que podrían agravar la situación. Y no es que se no se puede tratar de incidir en los precios, subir el salario real o incentivar la producción local para no depender de importaciones, el problema es que son temas de largo plazo que solo se logran con aumentos de la productividad y no se puede hacer por decreto.
Se pueden hacer mejoras de productividad que permitan sustitución inteligente de algunos insumos, para no depender tanto de factores externos, para generar más empleos y aumentar el poder adquisitivo de las familias.
En este sentido, y ahora que se termina la emergencia sanitaria, el gobierno debería mantener los subsidios al empleo formal, seguir facilitando el acceso al crédito, generar mecanismos que permitan compensar los costos de insumos y apoyar fuertemente procesos innovación articulando toda la oferta que existe por parte de actores públicos o privados de orden local o nacional para que las empresas reacomoden su estructura de costos, y con esto aumentar la oferta de bienes y servicios en el país de forma competitiva.
De igual manera es clave que se mantengan algunos apoyos a las poblaciones vulnerables que se ven más impactada por el aumento del costo de vida, dentro del marco de la política social de asistencia, pero con visión condicional y temporal, y con claro enfoque de empleabilidad, debemos reforzar el cierre de brechas de capital humano como un eje central de la política de empleo y aporte a la productividad empresarial, que debe complementarse con facilidades a la contratación formal de trabajadores, solo así lograremos recuperar el poder adquisitivo de la población.
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