Preocupante, por decir lo menos, que pese a las denuncias hechas desde el año pasado y a la declaratoria del río Pance como sujeto de derechos, persistan las acciones que contaminan el cauce y destruyen este ecosistema del sur de Cali.

¿Por qué aún hay condominios que vierten sus aguas servidas a este afluente? ¿Por qué hay constructoras talando árboles en la orilla e interviniendo terrenos que hacen parte de la franja protectora del río? ¿Por qué se han adecuado carreteables para extraer arena y piedra? Y, la pregunta más desconcertante: ¿por qué las autoridades competentes permiten que todo esto ocurra?

Si no se interviene cuanto antes, el río Pance correrá la misma suerte de los otros seis afluentes que cruzan por Cali y terminará convertido en una cloaca.

El río Pance y todo su ecosistema constituyen un pulmón para la capital del Valle del Cauca y, por lo tanto, deben protegerse de la depredación humana. Para ello es necesario que se modifique cuanto antes el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, que permitió una agresiva urbanización de este entorno natural sin medir las consecuencias ambientales y el impacto en la movilidad del sur de la ciudad.

Se requiere también un plan de vigilancia permanente que detecte a tiempo talas, ocupaciones y vertimientos, para impedirlos y sancionarlos, e incluso pensar en la regulación del ingreso de bañistas al Parque de la Salud, estableciendo un tope para evitar que el exceso de personas genere también un impacto negativo.

Cali tiene que tomar cuanto antes las medidas que permitan conservar este patrimonio natural. El tiempo corre en contra de Pance.

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