El nombramiento de Armando Benedetti como jefe de despacho presidencial abió una crisis dentro del gobierno de Gustavo Petro.

Las reacciones no tardaron en llegar, y los más cercanos al presidente—Francia Márquez, Susana Muhamad e Iván Cepeda—rechazaron abiertamente su designación, hecho que evidencia una fractura interna y anticipa un escenario caótico para los próximos 18 meses de gobierno.

¿Por qué arriesgarse de esta manera?

El presidente Petro parece haber tomado una decisión que lo deja aislado, quedándose solo con Benedetti y Laura Sarabia en su círculo de confianza.

En plena recta final de su mandato, cuando necesita cohesión para ejecutar sus reformas y evitar que su legado quede en la incertidumbre, abre un frente de batalla dentro de su propio gabinete.

¿Es un error estratégico o una jugada calculada para provocar el caos?

El futuro inmediato del gobierno se ve marcado por un pulso interno que podría paralizar la administración.

Con las elecciones cada vez más cerca, la inestabilidad política se convierte en un lastre que amenaza con obstaculizar cualquier intento de gobernabilidad.

En lugar de fortalecer su liderazgo, Petro parece haber incentivado la confrontación entre sus propios aliados, desviando la atención de los problemas nacionales.

Más allá de lo personal, este episodio confirma que el Consejo de Ministros no está enfocado en el país, sino en sus propios conflictos internos.

La disputa por Benedetti no responde a los intereses de los ciudadanos, sino a pugnas de poder dentro del gobierno.

Si esta es una estrategia para dinamitar la estabilidad y reforzar su discurso de lucha contra el establecimiento, el riesgo es alto.

La administración podría volverse ingobernable y los próximos 18 meses serían un campo de batalla político que impediría cualquier avance real.

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