“La extorsión está a todo nivel, desde el pequeño microempresario que tiene su tienda, inclusive gente que vende minutos está siendo extorsionada de a mil, dos mil, cinco mil pesos diarios”.

Estas palabras son del alcalde de Tumaco, Víctor Arnulfo Gallo, que en entrevista publicada ayer por el Diario Occidente, describió la difícil situación de seguridad que vive su municipio, azotado por la delincuencia común. Ante la falta de atención y acción de las autoridades nacionales, el mandatario viajó a Cali para hacerse oír a través de los medios de comunicación y reclamar soluciones a la crisis que vive el puerto nariñense, donde la gente está a punto de ir a paro, como en el Catatumbo, para reclamar la presencia del gobierno central.

El testimonio del Alcalde de Tumaco muestra un día a día que no es exclusivo de esta población de la costa Pacífica, es la cotidianidad de muchos municipios colombianos que viven un problema al que el Gobierno Nacional no le presta la atención que amerita. El Estado se ha concentrado en enfrentar los llamados delitos de alto impacto, olvidando que hay otros “males menores” que afectan a los estratos medios y bajos, que son el grueso de la población de este país, y que generan tanta o más inseguridad y violencia que los grandes actores armados.

En la búsqueda de un acuerdo con los grupos armados al margen de la ley el Gobierno Nacional no debe descuidar el problema creciente de inseguridad en los centros urbanos. A un pequeño comerciante víctima de la extorsión en Tumaco no le significará paz la firma de un acuerdo entre el Gobierno y las Farc mientras siga sufriendo el acoso de la delincuencia.

Si por ocuparse, a través del diálogo o por la vía militar, de los grupos armados al margen de la ley, el país descuida la delincuencia común, le pasará como a una casa que luego de soportar un terremoto, se desplomó porque sus propie-tarios no se ocuparon de erradicar el gorgojo.

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