Por estos días, cuando la Alcaldía de Cali analiza las condiciones en las que se implementará este año el pico y placa, vale la pena darle una mirada integral al tema de la movilidad que vaya más allá de esta restricción.

Es cierto que el pico y placa se volvió necesario en ciudades que tienen vías insuficientes para su parque automotor, pero no puede ser el único componente de la estrategia para desembotellar las calles. Allí, por ejemplo, se puede retomar un aprendizaje de la pandemia con el teletrabajo, que evita que miles de personas tengan que ir y venir a diario entre sus lugares de residencia y sus sitios de trabajo, esto le resta carros a las vías y también le quita presión al transporte público. En ese sentido, vale la pena estimular esta modalidad laboral.

Con el retorno a la presencialidad de todas las actividades después de casi dos años de virtualidad, las vías de Cali pueden sufrir un colapso en horas pico peor que los que se registraban antes de la pandemia.

El transporte público es también clave en este tema, pues un mal servicio, con problemas de frecuencia y cobertura, empuja a las personas hacia el transporte particular, lo que aumenta la congestión en las vías. Así, por ejemplo, en ciudades en las que se endurece el pico y placa, extendiéndolo a todo el día o aplicándolo dos veces por semana, los ciudadanos con capacidad adquisitiva prefieren comprar otro vehículo antes que utilizar el transporte público, lo que hace que la restricción no logre su cometido de despejar las vías.

El estímulo del uso de la bicicleta, la semaforización inteligente y, desde luego, el mejoramiento de la infraestructura, también son componentes importantes dentro de una mirada integral para sacar a las ciudades del trancón.

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