La segunda vuelta debe representar para los colombianos la oportunidad de una campaña distinta, pues la primera estuvo marcada por los escándalos y la guerra sucia. Los dos candidatos que disputarán la Presidencia de la República en las votaciones del 15 de junio deben hacer un acto de contrición y concentrarse durante estas tres semanas en las propuestas, y darle así altura al debate para motivar a los ciudadanos a participar en la trascendental decisión de escoger a quien regirá los destinos de la Nación durante los próximos cuatro años.

El elevado nivel de abstención del 59.5%, que aumentó frente a la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2010, en las que fue del 50.73%, demuestra que la pelea en la que se convirtió la campaña en las últimas semanas hastió a los colombianos y, contrario a motivarlos a votar a partir de emociones, los llevó a alejarse de las urnas.

El llamado al orden y la mesura es también para los medios de comunicación, que en su mayoría dieron más difusión a las
peleas que a las propuestas, contribuyendo también al desvío de la atención ciudadana de los esencial y mostrando en algunos casos una parcialización innegable.

Las demás instituciones del Estado, entre ellas la Procuraduría y la Fiscalía, deben convertirse en garantes de las elecciones y no en el brazo “armado” de uno u otro candidato. Si quienes deben garantizar la igualdad de condiciones para que los ciudadanos decidan libremente interfieren en contra de alguno de los dos aspirantes no sólo estarían actuando con discrecionalidad política, sino que podrían sumir al país en una peligrosa radicalización.

A los candidatos, entonces, mesura y responsabilidad; a los ciudadanos, interés por el futuro del país, y a los demás actores, equilibrio, por el bien de Colombia.

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