Reclutados por el mal

Editorial

viernes 13 de febrero, 2015

La guerrilla en el campo y las bacrim y la delincuencia común en las ciudades han truncado la vida de miles de niños.

Ayer se conmemoró el Día internacional contra el reclutamiento forzado de niños, un fenómeno que ha golpeado con fuerza a Colombia, pues la incorporación de menores de edad no es una práctica exclusiva de los grupos armados al margen de la ley, sino que todas las modalidades delictivas que se dan en el país utilizan infantes, adolescentes y jóvenes para sus fines ilícitos.

Las Farc, que anunciaron que en adelante no vincularán a menores de 17 años de edad a sus filas, lideran las cifras de este flagelo. Según datos oficiales esta agrupación ilegal ha reclutado por la fuerza a cerca del 66% de los menores de edad vinculados al conflicto.

Dentro del capítulo de reparación de las víctimas debería haber un punto especial sobre los niños que fueron arrancados de sus hogares por los frentes guerrilleros para ser utilizados como carne de cañón. Ayer, cuando se refirieron al tema desde Cuba, los voceros de las Farc no tuvieron ni un mínimo gesto de arrepentimiento por tantas vidas truncadas.

Pero además de las guerrillas, que lo han hecho por años en las zonas rurales, las demás organizaciones criminales también reclutan menores: las pandillas, el narcotráfico, las bandas criminales, la delincuencia común, la prostitución y las redes de mendicidad.

Los niños, adolescentes y jóvenes que son reclutados en las zonas más deprimidas de los centros urbanos son víctimas de los delincuentes pero también del Estado, que, con el abandono y la falta de oportunidades, los sirve en bandeja para quienes los arrastran hacia el camino del delito.

Allí está el gran reto de los administradores públicos, en generar condiciones de inclusión, a través de la educación, la recreación y las oportunidades, que alejen a los menores de edad de la delincuencia; sólo así se evitará que esos niños abandonados a su suerte por el Estado y la sociedad se conviertan mañana en sus verdugos.