Las caravanas de Halloween llegaron para quedarse y del manejo que la ciudad les dé depende que sigan siendo un problema.

La multitud de motociclistas que asusta a unos sectores y que genera peligro y caos, representa para otros sectores un espacio de encuentro e integración.

Sin duda, permitir que los motociclistas se tomen las vías sin ningún control es una irresponsabilidad, pues ocasiona accidentes, propicia espacios que son aprovechados por delincuentes y genera congestión.

Cuando se habla de este tema, la primera idea que surge es prohibir estas manifestaciones festivas, pero hay que ser realistas y reconocer que han tomado tanta fuerza en convocatoria que la gran cantidad de motociclistas y parrilleros desborda el pie de fuerza de las autoridades, más en Cali, donde tanto se ha perdido el respeto por los representantes de la ley.

Surgen, entonces, dos preguntas: ¿Por qué a miles de caleños no les importa participar en una actividad evidentemente peligrosa? ¿Qué se puede hacer para convertir las caravanas de Halloween en una alternativa segura? Casi la totalidad de quienes participan en estas movilizaciones pertenecen a sectores sociales que no tienen alternativas de esparcimiento y encuentran en ellas un espacio de integración.

En ese sentido, por qué no pensar, por ejemplo, en convocar desfiles organizados, con reglas de participación, en vías y horarios definidos y con el acompañamiento de las autoridades.

Lo ocurrido este año dejó claro que las personas que participan en este tipo de actividades van a salir con o sin permiso y que estas movilizaciones motorizadas serán cada vez más grandes. Teniendo claro lo anterior, la opción más práctica no es prohibir las caravanas, sino organizarlas.

Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali

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