En un pasado reciente el secuestro paralizó vastas zonas del país, no podemos volver a esas épocas.

Los recientes secuestros de un comerciante, que fue rescatado pocas horas después en Miranda, Cauca, hace una semana, y el caso de un dirigente político de Jamundí que fue plagiado el fin de semana pasado y cuyo paradero se desconoce, han generado zozobra en la región por el regreso de un flagelo que se creía superado.

Lo cierto es que el secuestro nunca se acabó. Si bien es cierto que el país avanzó en la lucha contra este delito abominable, no lo erradicó y, ante los rebrotes de estos días, preocupa que la curva gire de nuevo hacia arriba.

Según los registros oficiales, en lo que va corrido del año se han registrado en Colombia 109 secuestros, mientras que en el mismo periodo de 2017 hubo 141 casos, una reducción del 20%. Si se considera que en el año 2001 hubo 3.500 secuestros en el país, el descenso en considerable.

Ese avance no se puede perder, por el contrario, las autoridades deben hacer un gran esfuerzo no solo para evitar que el secuestro vuelva a coger fuerza, sino para extinguir este delito.

La dispersión de actores criminales que se registra a lo largo y ancho del país, con las disidencias de las Farc, el ELN y nuevas bandas criminales, hace aún más urgente extremar las acciones contra el secuestro, pues esa atomización del aparato criminal aumenta la población vulnerable ante este delito.

El nuevo Gobierno Nacional tiene gran afinidad con los temas de seguridad, eso hay que aprovecharlo para afrontar este flagelo con total determinación.

Colombia vivió los más dolorosos episodios de su historia por cuenta del secuestro y debe redoblar esfuerzos para evitar que más compatriotas pasen por algo similar.

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