Cada diciembre, Colombia se enfrenta a una tragedia recurrente: el uso irresponsable de pólvora.

Los números del Instituto Nacional de Salud no mienten: en 2023, 1.153 personas resultaron quemadas por este material explosivo, 357 de ellas menores de 18 años.

Estas cifras, alarmantes por sí mismas, sólo reflejan una parte del grave problema que persiste en las festividades de fin de año.

La adopción de la “alborada” en Cali, una tradición importada que implica la quema descontrolada de pólvora al inicio de diciembre, ha contribuido a agravar esta situación.

En los primeros tres días del mes, 41 personas resultaron quemadas en Colombia, 14 de ellas menores de edad. Estos incidentes, además de causar daños humanos, también afecta a los animales, en Cali, por ejemplo, 36 mascotas se extraviaron por temor a las detonaciones.

Las consecuencias de la manipulación de la pólvora son desgarradoras, desde intoxicaciones hasta quemaduras graves, amputaciones e incluso la muerte, los riesgos son innegables.

Es esencial reflexionar sobre los peligros inherentes al uso de la pólvora. No se trata solo de los estragos físicos inmediatos, sino también del trauma y el sufrimiento a largo plazo que deja en las víctimas y sus familias.

La imprudencia en el manejo de estos artefactos durante las festividades es un riesgo que no vale la pena asumir.

La seguridad y la protección no solo son responsabilidades individuales, sino también colectivas. Es hora de considerar alternativas seguras para celebrar estas fechas.

La pólvora no es un símbolo de alegría ni festividad; su uso irresponsable solo deja un rastro de dolor y tragedia. No permitamos que diciembre se tiña de tragedia.

Es momento de celebrar sin riesgos, de cuidarnos y protegernos mutuamente.

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