El pasado domingo Colombia fue testigo de multitudinarias marchas donde los ciudadanos expresaron su descontento con el gobierno del presidente Gustavo Petro. Ante esta expresión de inconformidad, la reacción del mandatario, lejos de atender el clamor de la gente, lo muestran desconectado de la realidad que vive el país.

El presidente escribió en su cuenta de la red social X (antes Twitter) que respeta la libertad de expresión y los derechos de la gente, pero sus declaraciones posteriores a las marchas van en contravía de ello.

Al calificar las movilizaciones como un intento de derrocar su gobierno y tildarlas como parte de un “golpe blando”, el mandatario trata de desacreditar las legítimas preocupaciones de los ciudadanos y los reduce a simples opositores de su mandato. Un enfoque polarizador que profundiza las divisiones en la sociedad colombiana.

Resulta contradictorio que el presidente Petro se queje de una supuesta campaña de desprestigio en su contra, cuando él mismo lideró protestas similares durante el gobierno anterior. ¿Por qué entonces eran válidas las manifestaciones contra Iván Duque y ahora son vistas como un intento de golpe? Esta inconsistencia en su discurso revela una falta de autocrítica y una negación de la realidad que vive el país.

Es especialmente preocupante que el presidente Petro insinúe que quienes marcharon contra su gobierno añoran las épocas de represión y violencia. Este tipo de acusaciones infundadas sólo contribuyen a sembrar odio, en lugar de fomentar un diálogo constructivo y respetuoso.

Es hora de que el presidente Petro escuche a todos los ciudadanos, tanto a quienes lo apoyan como a quienes lo critican. Como líder de un país diverso y plural, su deber es representar los intereses de todos los colombianos. En lugar de estigmatizar a quienes piensan diferente, debe abrirse al diálogo y trabajar en pro de la unidad nacional.

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