Especial para el Diario Occidente

Ayer, Colombia fue testigo de una clara manifestación de descontento en sus calles. Las multitudes que se congregaron en las principales ciudades ofrecieron un testimonio ineludible de la insatisfacción con la manera en que el presidente Petro está conduciendo el país.

El presidente Petro, a pesar de haber sido elegido mediante un proceso democrático, actúa como si su mandato le otorgara poderes ilimitados. Sus constantes llamados a una constituyente, que ignora los cauces legales establecidos, son un ataque flagrante a la estructura misma de nuestra democracia. Este tipo de acciones no solo Es irresponsable, sino que también es peligroso, amenazando con desestabilizar el equilibrio de poderes en Colombia.

El mandato que Petro recibió en las urnas no es un aval para subvertir el orden constitucional ni para menospreciar otras ramas del gobierno. Recordemos que en Colombia elegimos un presidente, no un dictador. El intento de imponer reformas sin el debido consenso y respeto por los procesos democráticos constitucionales es inaceptable. Las manifestaciones del 21 de abril no solo fueron un acto de protesta, sino un llamado a la acción. Los colombianos demostraron su compromiso con la democracia y su rechazo a cualquier intento de erosión institucional. Es crucial que este mensaje no sea ignorado. El gobierno debe escuchar y rectificar. Los colombianos no vamos a dejar que Petro lleve al país hacia el autoritarismo del cual sabemos es imposible de regresar.

Los colombianos han hablado claramente: exigimos un gobierno que respete los límites de su poder y que opere dentro del marco de nuestra constitución. No queremos ni necesitamos un líder que pretenda perpetuarse en el poder a costa de nuestras libertades fundamentales. Es momento de defender, más firme que nunca, la democracia en Colombia.

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