Es comprensible y totalmente justificada la indignación nacional que despertaron las palabras de la senadora Griselda Lobo, del partido Farc, quien aseguró que la antigua guerrilla no tenía una política de reclutamiento de menores de edad y que los que estaban en el grupo armado ilegal lo hacían de manera voluntaria.

Indignan sus palabras porque abundan los testimonios de excombatientes que siendo niños, incluso con menos de 10 años de edad, fueron arrancados de sus familias por el grupo armado ilegal, lo que prueba que la congresista, elegida segunda vicepresidenta del Senado el pasado 20 de julio, le miente al país.

Griselda Lobo le debe su estatus de senadora al cumplimiento del acuerdo de paz por parte del Estado colombiano, que le entregó (al igual que a otros nueve excabecillas de las Farc) una curul en el Congreso de la República, pese a que el partido político surgido de la guerrilla no obtuvo los votos suficientes. Sin embargo, las palabras de la congresista indican que ella no ha cumplido con su parte del acuerdo, pues al negar lo evidente incumple los principios de verdad, justicia y reparación con los que se comprometieron al firmar el pacto de La Habana.

Quienes cuestionan el acuerdo con las Farc son señalados como “enemigos de la paz”, pero los defensores del pacto no se detienen a pensar que posiciones como la de la senadora Lobo son aún más dañinas, pues impiden que se dé un verdadero proceso de reconciliación nacional.

Griselda Lobo y los demás excabecillas de las Farc deben asumir su condición de desmovilizados de manera integral, lo que implica desprenderse de la lógica de la guerra y razonar como civiles, es necesario que se desmovilicen mentalmente, pues mientras sigan pensando con lógica guerrillera, seguirán justificando la violencia.

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