Varios de los principales problemas de desarrollo urbano que tiene Cali se deben a las invasiones, en gran medida el crecimiento de la ciudad no ha obedecido a un plan de expansión técnico y regulado, sino que los asentamientos subnormales han empujado, a las malas, una ampliación del perímetro sin ninguna planificación. La gran mayoría del oriente y de las laderas de la capital del Valle del Cauca se poblaron de esta manera en las décadas de los 70, los 80 y los 90.

Por estos días, cuando las autoridades están concentradas en la contención del covid-19, los invasores de tierras han aparecido en varios puntos de la ciudad, tanto en el sur como en las laderas. Hace solo unas semanas fue necesario realizar un desalojo en el sector de Pance, donde invasores que trataban de hacerse pasar por un cabildo indígena, ocuparon un predio, y ayer la concejal Diana Rojas denunció una nueva invasión, esta vez en el sector de Los Cristales, en el occidente de la ciudad, donde los ocupantes ilegales levantaron cambuches y realizaron instalaciones eléctricas.

En Cali hay identificadas 223 invasiones, que son producto de la laxitud con la que se ha manejado este fenómeno durante años. Lo paradógico es que paralelamente se han frenado proyectos de desarrollo urbano que cumplen con todos los requisitos, pero que permanecen estancados por la falta de visión de algunos funcionarios.

Tolerar nuevos asentamientos subnormales, además de la violar el derecho a la propiedad privada y de estimular la ilegalidad, representa el grave riesgo de que Cali siga creciendo sin planificación, con todos los problemas urbanísticos y sociales que esto implica. La ciudad tiene que decirle “no más” a las invasiones.

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