Si bien la Secretaría de Salud de Cali, como se ha repetido hasta la saciedad, ha realizado fumigaciones y otras actividades tendientes a prevenir el dengue, la muerte de diez personas en la capital del Valle del Cauca por esta enfermedad es una prueba incontrovertible de que no se ha hecho lo suficiente en esta materia.

Además de lo que representa en salud, un problema de este tipo tiene implicaciones que van mucho más allá de la tragedia que significa la muerte de los pacientes a quienes se les complica la enfermedad y de los costos de atención de los infectados.

¿Qué pueden pensar las delegaciones internacionales que vendrán a Cali con motivo de los Juegos Mundiales si se enteran de esta noticia? Las muertes por dengue africanizan la percepción externa de la ciudad, por lo tanto no hacer todo lo necesario en materia de prevención va en contravía del gran esfuerzo que está haciendo la administración municipal para vender la capital del Valle como destino internacional. ¿De qué sirve que la ciudad aparezca entre las 25 preferidas por los viajeros en Suramérica, si el mismo día en el que se conoce esta buena noticia se revelan también los decesos producidos por esta enfermedad tropical, que es sinónimo de subdesarrollo?

Las actividades preventivas, como bien lo dice la palabra, deben ser previas, incluída la sensibilización y la capacitación, que al igual que la fumigación y el exterminio de criaderos de zancudos, deben ser permanentes, pero históricamente estas acciones se refuerzan sólo cuando el problema se desborda.

Por exceso de confianza o por desidia no se puede poner en riesgo la salud de los ciudadanos ni exponer la ciudad a una situación que la lleve al borde de la censura como destino, suficiente hay con los temores que en algunos casos genera el tema de la inseguridad.

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