Gran daño le hacen al sistema electoral aquellos candidatos quemados que justifican su derrota denunciando fraudes de los que no aportan pruebas.

Son pocos los derrotados en las urnas que han asumido con entereza los resultados electorales, y varios los que dicen que les robaron los votos, pero no dicen cómo, quién ni dónde.

Lo peligroso de este tipo de denuncias infundadas es que aumentan la desconfianza ciudadana en los procesos electorales y sólo sirven para alejar más a la gente de las urnas acrecentando la desconfianza y estimulando la apatía.

Es claro que los candidatos que tengan conocimiento de fraudes electorales deben dar parte a las autoridades y reclamar la protección de sus derechos, pero deben hacerlo con pruebas, no con suposiciones, movidos por la certeza y no por su
incapacidad para asumir la derrota.

El sistema electoral colombiano es cada vez más seguro y, en el caso del Valle del Cauca, pocas elecciones han sido tan confiables como ésta, pues a raíz de las trampas e intentos de fraude del pasado se tomaron medidas para garantizar que los resultados correspondan a la voluntad popular.

Es irresponsable que candidatos a los que les hicieron falta hasta 20 mil votos para salir elegidos asuman como válidos y transparentes los resultados sólo si les favorecen y hablen de fraudes si les son contrarios.

Salvo muy pocos casos puntuales, la distorsión de la voluntad ciudadana no está en el conteo y ni en los escrutinios, sino en los momentos previos a las votaciones, una vez marcado el voto la probabilidad de fraude es mínima.

Señores candidatos, si no tienen pruebas, no le hagan a la sociedad el grave daño de denunciar mentiras que sólo sirven para alimentar el imaginario con afirmaciones temerarias, asuman la derrota con madurez y dignidad.

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