Urge erradicar a los jíbaros de los entornos escolares.

Si no se toman medidas para evitar que las nuevas generaciones caigan en las drogas, el costo que pagará la sociedad por dejar que esas vidas se pierdan será muy alto.

En su macabro plan para crecer su negocio, los expendedores están yendo directamente a los entornos escolares para inducir a niños y adolescentes a la adicción.

En su afán por garantizar compradores, no les importa condenar al infierno a personas que tienen toda una vida por delante.

El periodista Francesco Zucconi realizó una investigación en la que se adentró en el mundo de las drogas y logró testimonios que dan cuenta de la forma en la que la adicción a todo tipo de sustancias destruye personas y entornos familiares.

En el informe especial se encuentran historias como la de una mujer que vende su cuerpo para comprar basuco y un hombre que asesina para comprar heroína.

¿Qué pueden hacer las autoridades y la sociedad para evitar que las nuevas generaciones que son acosadas por los jíbaros terminen en este infierno?

En el último mes la Policía Metropolitana de Cali ha capturado a varias personas dedicadas al expendio de alucinógenos en los entornos escolares.

Los operativos encaminados a desarticular estas organizaciones deben ser prioritarios, y para ello, además de acciones decididas de las autoridades, se requiere la cooperación de los vecinos, de los docentes y de los padres de familia que deben estar atentos a cualquier indicio de presencia de jíbaros en sus alrededores.

Además de proteger a las nuevas generaciones, este fenómeno se debe combatir porque los niños y adolescentes que caen en las drogas quedan a un paso de la delincuencia y más temprano que tarde se pueden volver en contra de la sociedad.

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