El Gobierno no debe descartar a la ligera las hipótesis de derribamientos.

Que dos aeronaves de la Fuerza Pública (un avión de la Fuerza Aérea y un helicóptero de la Policía Nacional) se hayan accidentado en menos de cinco días con un saldo de 27 muertos resulta bastante sui géneris.

Si bien, puede ser que la hipótesis de fallas mecánicas, planteada rápidamente en ambos casos por el Gobierno Nacional, sea cierta, es inevitable que la fatal coincidencia de los siniestros en tan poco tiempo despierte dudas y sospechas sobre las causas.

No se trata de simple malicia, los reportes iniciales que se hicieron desde la zona en la que cayó el helicóptero de la Policía, en zona rural de Necoclí, Antioquia, hablaban de que la aeronave había sido impactada. ¿Por qué subestimar inmediatamente esta grabación, que además ha sido manejada con total secretismo?

El expresidente Álvaro Uribe Vélez, que en otras oportunidades ha revelado información militar que el Gobierno Nacional ha ocultado, afirmó que tiene datos de fuentes cercanas a la Fuerza Pública que sugieren que tanto el Helicóptero de la Policía como el avión de la Fuerza Aérea habrían sido derribados.

Algunos de los familiares de los policías que murieron el martes en Antioquia también han manifestado sus dudas frente a la versión oficial de los hechos y le reclamaron al Gobierno Nacional decir la verdad.

Eso es precisamente lo que el país debe pedir en estos dos casos: la verdad. Sería muy grave que las Farc tuvieran que ver con alguno de estos dos siniestros aéreos, o con ambos, y que el Gobierno Nacional lo ocultara para hacerle creer al país que la guerrilla está cumpliendo con el cese unilateral y proteger el proceso de paz.

Por eso es importante que se analicen todas las hipótessis, que no se descarte ninguna a la ligera, para que, sean accidentes o ataques, el país tenga certeza sobre las causas de estos hechos en los que perdieron la vida 27 uniformados.

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