La semana pasada, el Cauca fue nuevamente epicentro de las acciones violentas de las Farc. El hecho más preocupante se registró en la Hacienda Skandia, donde el grupo subversivo asesinó a dos trabajadores y destruyó completamente la vivienda.

La gravedad de lo sucedido no radica en el número de víctimas o en la propiedad destruida, porque frente a la magnitud de los ataques que realiza el grupo subversivo este puede considerarse de bajo poder. La trascendencia del hecho tiene que ver con el motivo. Según las versiones de las autoridades, el ataque fue una retaliación de la guerrilla hacia los propietarios de la finca porque se negaron a pagar una extorsión. La Skandia era una finca lechera de la cual hace seis meses la guerrilla se había robado 100 de sus vacas. Lo paradójico es que el ataque a esta finca se dio dos días después de que los negociadores de La Habana anunciaran un acuerdo sobre el tema agrario, que las Farc advirtieran que el tema de los latifundios quedaba pendiente y que el Gobierno Nacional dijera que en el marco de cualquier acuerdo se respetaría la propiedad privada. Frente a lo sucedido, ¿Qué pueden esperar los colombianos frente a todo lo dicho? Los colombianos hemos aceptado que las negociaciones se realicen sin cese de hostilidades pero este hecho no es uno más en medio del conflicto armado. Es un atentado selectivo contra la población civil y contra la propiedad privada, sin antecedentes. Colombia ha luchado contra la extorsión y el secuestro como mecanismo para fortalecer las actividades productivas en las regiones con alta presencia guerrillera. Este hecho es un paso atrás en lo conseguido y se constituye en una amenaza de gran magnitud que exige una reacción contundente de parte del Gobierno Nacional, pues resulta inaceptable que no se haya pronunciado frente a lo sucedido en La Skandia. El silencio frente a este hecho es un acto de complicidad con las Farc.

Comments