El anuncio del ministro de Defensa, Iván Velásquez, sobre la ‘Misión Cauca’, la cual definió como un esfuerzo multidimensional para transformar el territorio con la colaboración de varias entidades, es esperanzador.

Sin embargo, el éxito de esta iniciativa dependerá en gran medida de su capacidad para priorizar la seguridad y recuperar el control territorial perdido ante los grupos criminales.

El Cauca ha sido durante mucho tiempo un epicentro de violencia y la incapacidad del actual gobierno nacional para tomar decisiones ofensivas contra los grupos criminales permitió que estos expandieran su influencia, al punto de traspasar fronteras, como lo demuestra la situación que se vive en Jamundí, municipio del Valle del Cauca, que está en el límite de los dos departamentos, y ha sufrido múltiples atentados en los últimos dos meses.

Por ello, es crucial que la ‘Misión Cauca’ no se convierta en un simple anuncio destinado a calmar los ánimos. El Cauca necesita acciones concretas y decididas y el gobierno nacional debe comprender que sin garantizar la seguridad, ninguna iniciativa de desarrollo social y económico tendrá éxito en este departamento ni en ningún otro.

La constante amenaza de violencia y criminalidad desincentiva la inversión, interrumpe la actividad productiva y genera un clima de incertidumbre que paraliza el desarrollo.

La inseguridad también limita el acceso a servicios básicos como educación y salud, restringe la movilidad de las personas y afecta gravemente la calidad de vida.

Además, el miedo y la desconfianza erosionan el tejido social, impidiendo la cohesión comunitaria y la participación ciudadana en proyectos de desarrollo.

Por lo tanto, el objetivo principal de cualquier intervención del gobierno nacional en el Cauca debe ser garantizar la seguridad.

Solo recuperando el control territorial y estableciendo un entorno seguro se podrán sentar las bases para una transformación real y duradera del territorio.

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