Cali, agosto 15 de 2022. Actualizado: viernes, agosto 12, 2022 22:47
Lo ocurrido en Cali en la noche del pasado lunes, 21 de septiembre, prueba que algunos no han entendido que a través de la violencia y el vandalismo no se resolverán los problemas del país. Aunque las dos movilizaciones que se realizaron durante el día transcurrieron de manera pacífica, en la noche un puñado de desadaptados arremetió contra la sede de la Sijín, vandalizó dos estaciones del MIO y destruyó una cámara de fotomultas. En Bogotá y en Medellín también hubo alteraciones del orden público durante esta jornada de protesta, que fue convocada por el comité nacional del paro.
En un clima de tensión como el que vive actualmente el país, este tipo de convocatorias terminan por convertirse en una oportunidad para que los violentos actúen. Si bien se supone que las movilizaciones son organizadas con la intención de manifestar pacíficamente la inconformidad frente a temas del acontecer nacional, es claro que hay sectores que las capitalizan con el fin maquiavélico de generar caos para sacar réditos políticos.
En ese sentido, es importante que los organizadores de las protestas adopten medidas para evitar que estas sean infiltradas por violentos, pues ya se sabe que, aunque las convoquen con buenas intenciones, son muy altas las probabilidades de que terminen mal.
La infiltración de las marchas no le hace daño sólo a quienes sufren las agresiones, los daños y los bloqueos, la violencia afecta a la misma protesta, pues desvía la atención. Ayer nadie habló de las peticiones que hicieron los marchantes, pues los comentarios sobre la jornada del lunes se centraron en las revueltas y el vandalismo. La violencia opaca la protesta y, además, lleva a que el grueso de la ciudadanía tome distancia de las movilizaciones, pues no se identifica con estos métodos.
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