La paz y la democracia

Editorial

sábado 27 de agosto, 2016

Colombia necesita un sistema democrático que genere oportunidades para todos..

Tras lograr el acuerdo de paz con las Farc, el Estado colombiano debe hacer un esfuerzo mayúsculo para acabar de plano con las causas que hace 60 años dieron origen a este grupo armado ilegal.

Si bien con el tiempo la guerrilla degeneró en una organización en la que confluyen múltiples actividades ilícitas, no se puede desconocer que en su momento hubo razones políticas que motivaron su surgimiento.

En ese sentido, la “apertura democrática” de la que se habla en el acuerdo final debe ser una realidad, pero no solo en lo que concierne a la participación de las Farc en política, sino también a las garantías y facilidades para que todo aquel que no pertenezca a las grandes maquinarias pueda participar en igualdad de condiciones.

La normatividad electoral vigente en Colombia, hecha por los grandes partidos políticos, está confeccionada a su medida, en detrimento de las posibilidades electorales de otros. Un buen ejemplo de ello es que el Mira, que obtuvo 326 mil votos para el Senado en las elecciones legislativas de 2014, no alcanzó ni siquiera una curul, mientras que en los partidos mayoritarios hay senadores que fueron elegidos con menos de 40 mil votos.

En la capital del Valle, para no ir muy lejos, en las elecciones de 2007 una candidata de Cali Puede, un movimiento ciudadano de jóvenes profesionales, tuvo una votación superior a la de muchos concejales electos, pero el colectivo no superó el umbral determinado por las normas electorales y, por lo tanto, no tuvo derecho a una curul.

A esto hay que sumar que esas grandes maquinarias, a través del control de los cargos y la contratación estatal, tienen una financiación inalcanzable para los independientes. Por eso han fracasado tantos movimientos ciudadanos en el intento de abrirse espacio en la política colombiana, porque nuestra democracia no funciona como debe ser.