Sólo con educación y capacitación se podrá evitar que más menores de edad se conviertan en actores del delito.

Las cifras de muertes violentas de menores de edad en el Valle del Cauca son más que preocupantes. En lo corrido de 2013, 23 jóvenes, entre los 15 y los 17 años de edad, han sido asesinados en el Departamento, la mayoría en Cali. En varios de los casos las autoridades han establecido vínculos de las víctimas con actividades ilegales. ¿Cuántas de estas vidas perdidas se habrían salvado si estos jóvenes hubieran tenido acceso a oportunidades de educación y capacitación?

Si bien es cierto que los contextos sociales y familiares de miles de menores de edad de escasos recursos son complejos y que las oportunidades que ofrece el Estado son pocas, sí hay alternativas, y la decisión de seguir el fácil y peligroso camino del mal o elegir la senda del bien a partir del esfuerzo es estrictamente personal.

Un muy buen ejemplo de lo anterior es el caleño Jhonatan “Momo” Romero, que acaba de coronarse campeón mundial de peso gallo. El hoy boxeador profesional creció en el barrio El Retiro, en el Distrito de Aguablanca, una de las zonas más complejas de la ciudad en materia de seguridad, y sus tres hermanos fueron asesinados. Tenía todo para seguir el camino del delito, en el que admite estuvo como pandillero y ladrón, pero gracias a su entrega con disciplina al deporte, pudo superarse.

Los jóvenes deben entender que el único camino para mejorar su calidad de vida y la de sus familias es la educación, pues la otra vía, la del delito, aunque les entrega dinero rápido, igualmente rápido los lleva a la cárcel o a la tumba.

Las autoridades deben hacer una mayor promoción de los servicios de educación, capacitación y recreación gratuitos, que los hay, para que los menores de edad los conozcan y hagan uso de ellos, hay que “reclutar” a los jóvenes en alto riesgo, abrirles la puerta y formar sus talentos para evitar que sigan engrosando las listas de muchahos presos o muertos por falta de una oportunidad.

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