Llegó la hora de hablar de narcotráfico en la mesa de diálogo de La Habana, un punto muy sensible del proceso de negociación con las Farc.

Este punto, denominado “solución al problema de las drogas ilícitas” no será fácil, pues al igual que lo han hecho con el secuestro y el terrorismo, hasta el momento los voceros guerrilleros no han admitido públicamente su actividad narcotraficante, y resulta difícil reparar un problema cuando no se reconoce.

Sin la financiación producto del cultivo y el procesamiento de marihuana y coca, las Farc no habrían alcanzado el poder militar al que llegaron a finales del siglo pasado; el narcotráfico se convirtió en el gran motor de una agrupación subversiva que poco a poco se fue transformando en un cartel de las drogas.

Uno de los grandes temores que genera el proceso de paz tiene que ver precisamente con este tema, pues se cree que así los cabecillas guerrilleros se desmovilicen, los mandos medios y las bases, que ya saben cómo funciona el negocio del narcotráfico, no renuncien a él y, por lo tanto, varios frentes se conviertan en bandas criminales dedicadas al cultivo, procesamiento y tráfico de drogas ilícitas.

Aunque la guerrilla no lo reconozca, porque le quita su estatus político, y aunque el Gobierno Nacional trate el tema con sinónimos para no reconocer abiertamente que está negociando con un cartel de las drogas, el primer paso para avanzar en este tema debe ser hablar con la verdad, por dura que sea, pues sólo así se podrá dar una solución al tema. Los cabecillas de las Farc, además de renunciar a este negocio, deberán, como cualquiera de los capos del narcotráfico que han entregado información a cambio de beneficios judiciales, entregar información de rutas, laboratorios, contactos y demás, de lo contrario el punto de la denominada “solución al problema de las drogas ilícitas”, será un canto a la bandera.

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