Los que simulan el entierro de un candidato y los que amenazan a otro, son enemigos de la democracia.

La campaña presidencial no se puede manchar de sangre; bajo ninguna circunstancia la institucionalidad y la ciudadanía pueden permitir que los violentos interfieran en una determinación que se debe tomar libremente en las urnas. Esta reflexión surge a raíz de hechos que generan preocupación en torno a la integridad de los dos candidatos que lideran las encuestas de intención de voto para las elecciones del próximo 29 de mayo.

Por una lado está la puesta en escena realizada por simpatizantes del candidato presidencial Gustavo Petro y difundida en redes sociales por el senador Gustavo Bolívar, en la que, entre risas, se simboliza el entierro del candidato presidencial Federico Gutiérrez y del expresidente Álvaro Uribe. Y, por el otro, las amenazas contra la vida de Petro, quien suspendió una correría por el eje cafetero al ser informado de un supuesto plan para atentar contra vida.

Las dos cosas están mal. Colombia no puede regresar a ese pasado en el que candidatos presidenciales de todas las tendencias políticas fueron eliminados por quienes se sintieron incapaces de enfrentarlos con argumentos y prefirieron vencerlos con balas y no en el sano debate democrático.

En ese sentido, bien vale la pena que los candidatos presidenciales bajen el tono a la hora de hablar de sus contradictores y que tomen distancia públicamente de quienes los apoyan y son incendiarios en sus discursos, pues alimentan tensiones y miedos que llevan a que unos crean divertido simular la muerte de un candidato y algunos justifiquen las amenazas contra otro.

Los candidatos y sus equipos no pueden profundizar los odios, sino que, por el contrario, como líderes que son, deben conducir el debate político hacia el respeto y la convivencia en la diferencia.

Comments