No cabe duda de que en Cali están pasando cosas buenas: en pocos días la ciudad será sede de la cumbre de mandatarios de la Alianza Pacífico, que traerá a la ciudad a nueve jefes de estado; entre julio y agosto cuatro mil deportistas de 120 países llegarán para participar en los Juegos Mundiales, y en noviembre se realizará la primera Bienal Internacional de Danza, un evento artístico de gran categoría que traerá a la capital del Valle montajes de diferentes partes del mundo.

Ser sede de tan importantes eventos es muy significativo; si Cali fue escogida para ello es porque hay un ambiente de confianza que demuestra que la ciudad no va mal, como se percibe en las encuestas, sino que, por el contrario, está avanzando en un proceso de reposicionamiento. Ahora bien, así como se debe reconocer que la capital vallecaucana va por buen rumbo, no se puede decir que apenas está empezando a levantar cabeza, pues sería desconocer procesos iniciados anteriormente que han contribuido a lo que se está consolidando hoy.

Las cosas buenas que están pasando en Cali se deben ver como parte de una cadena de éxitos. Aquí han pasado, pasan y seguirán pasando grandes cosas en la medida en que los caleños y sus dirigentes las crean posibles y las ejecuten exitosamente.

No hay que remontarse a 1971 y volver sobre los Juegos Panamericanos, en años recientes Cali fue escenario de paradas mundiales de ciclismo, el Mundial de Patinaje y el Mundial Sub20 de Fútbol.

Aquí están pasando cosas buenas, aquí ya han pasado cosas buenas, es cuestión de creer en la ciudad, de creer en lo que acá se hace, pero sin marcar diferencias, hay que reconocer los esfuerzos y los aportes de todos quienes los han hecho, pues visibilizar los de unos y minimizar los de otros, por diferencias políticas o de clase, es lo que impide que los caleños se convenzan de que la ciudad va por buen camino.

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